Small grasshoppers.

sábado, 23 de julio de 2011

19. Alex


Fotógrafo: Miquel Mas Fiol.




Las 9:15, voy por la calle para recoger a Lali en la esquina de siempre, dice que tiene una sorpresa para mi.
No estoy nervioso, al revés, me siento totalmente en mi sitio a pesar de todo, por eso he decidido ir a dar un rodeo antes de llegar a buscarla.


Mis pasos suenan tranquilos y lentos en el alboroto de la avenida. Los bares llenos de estrangeros me llaman la atención, y los platos que se llevan a la boca me despiertan apetito.


De repente doy un paso en seco, algo falla. Fuerzo la vista sin preocuparme por que alguien se moleste de mi observación, cuando le veo. Delante de una barra y con un vaso de wishky del caro en la mano, mi padre.


Un impulso me hace cruzar la calle, corriendo, sin temor a los coches. Me voy alterando más a medida que me acerco y veo como el líquido de su vaso disminuye, dejando solo el hielo.


Pero antes de entrar en el local, justo cuando voy a abrir la puerta algo me empuja a no hacerlo.


Me paro, le veo tras el cristal, tan extraño, tan acabado. Ya no era el hombre que fue, el que cuidaba a mi madre, el que protegía a mi hermana, el que me enseñaba a vivir.


Me alejo poco a poco y sigo caminando en mi dirección, tranquilo pero triste, impotente.


Voy directamente a buscar a Lali, por el camino más corto.


En poco tiempo llego, y ella ya me está esperando, con una mochila y tan preciosa como siempre.


Realmente yo también tengo una sorpresa para ella, y aunque sea una tontería, quiero mostrarle mis dotes musicales.


Me ve, sonríe y se abalanza a abrazarme.


-¡Hola amor!- Me da un beso en la mejilla.- ¿estás listo?


Su carisma de niña inocente me encanta.


-Sí, vamos.- le digo lo más alegre que puedo, aunque sé que no es tonta y ha notado mi estado de ánimo.


-¿estás bien?


-Sí, sí.


-Vale ...


Caminamos tranquilamente, inconscientemente cogidos de la mano, a gusto.


Llegamos al lugar donde estuvimos por primera vez solos, en las rocas.


Ni siquiera me había fijado en que ella llevaba una mochila, hasta ahora. De Pucca, como no. La deja en la arena, la abre, saca un pañuelo y me tapa los ojos.


-Ni se te ocurra mirar, o me enfado.


Río un poco y le hago caso.


Me apoyo en mis brazos y me siento en la arena con las piernas estiradas, debajo de una roca que sobresale.


Oigo el mar, y los ruidos rápidos que hace Lali. A saber qué estará tramando en su cabecita loca.


-Vale, ya está, ya puedes mirar- me dice.


Me quito el pañuelo de los ojos y la veo de pie, delante de mi, pero con diferente ropa.


Me asombra la rapidez de como se ha cambiado, ni siquiera me ha dado tiempo de echar una ojeadita.


Ha pasado de llevar una camiseta de dibujos a un top de gasa granate que se le engancha al cuello y le llega hasta el ombligo, con monedas que cuelgan y hacen ruido cuando se mueve.


Una falda larga hasta los tobillos, también de gasas granates y moradas, con un cinturón de monedas. En su pelo, una cinta dorada. En su brazo derecho, un brazalete, también dorado.


Conecta un pequeño altavoz con música y empieza a sonar una canción de la que no recuerdo el nombre, pero creo que era de Chambao.


Coge delicadamente un pañuelo del suelo y se pone de espaldas a mi. Se echa el pelo a un lado y comienza a mover las caderas y las muñecas al ritmo de la música. Dos lunares adornan su hombro derecho encima de una piel morena.


La danza del vientre la absorbe por completo, empieza a moverse como si improvisara, pero tan perfecto como si lo hubiera ensayado durante toda su vida.


Parece bailarle a la puesta de sol, pero no, me baila a mi.


Embobado, absorto, miro cada uno de sus movimientos. Y de repente ya no es una niña, y yo... pues sí, me doy cuenta.


Me encanta ver como su piel se estira y se encoge, como su cuerpo está moviéndose al son del viento.


Ella me mira seria de vez en cuando, con sus ojos oscuros que penetran en mi como cuchilladas. Me concentro en ella, en su cuerpo, en su respiración nerviosa, en como levanta la arena con sus pasos. Se esconde detrás del pañuelo y veo como el contorno de sus curvas se mueve. Me encantaría derrapar por ellas...


Y de repente acaba la canción y ella me sonríe.


Le aplaudo sin palabras, y ella hace una reverencia cruzando una pierna delante de la otra.


-¿Qué te ha parecido?


-¡No hay palabras!


Se ríe feliz y se tumba a mi lado dándome un beso rápido.


-Vale, me toca.


-¿Eh? ¿Cómo que te toca?


-Ahora verás.


Busco en mi bolsillo mi armónica y la saco con cuidado, pero al sacarla, se resbala de mis dedos y cae en la arena.


-Mierda.


-¿Qué pasa?


La cojo y la sacudo delicadamente.


Sin decirle nada, me la llevo a los labios y empiezo a soplar. La muevo de un lado a otro de mi boca, con delicadeza. Lali está callada, sorprendida y a la vez tranquila.


Me mira casi sin pestañear, y yo la miro de vez en cuando.


La melodía se mezcla con el sonido de las olas, y el momento se vuelve perfecto. Pasamos allí el resto del tiempo hasta la noche, jugando, refugiándonos de las nubes que hoy han cubierto el cielo mediterráneo.


-Son casi las doce, amor. ¿Me acompañas?


-Sí, venga.


Las calles están vacías, como de costumbre cada vez que vuelvo con ella.


La dejo en la esquina y nos despedimos con un beso.


-Alex...-murmulla sin dejarme marchar.-¿Qué pasará?


-¿Qué pasará de qué?


-Ya ha empezado agosto, y pronto será septiembre...


Suspiro.


-No quiero pensar en eso ahora.- le digo.


Voy a darle un beso en los labios, pero de repente ella se desvía y me da uno en la mejilla. Me mira con los ojos brillantes.


-Está bien...- me giro y me voy enfadado.


Ella no ha dicho nada. Ni siquiera sé lo que acaba de pasar.


Estoy malhumorado, aturdido.


Me giro una vez más y la veo entrando a casa.


Se me empañan los ojos y me contengo. No tengo respuesta para su pregunta, y eso me angustia.


Llego a casa con el corazón en la garganta.


Oigo ruido en el salón y me asomo.


Mis padres hablan, pero parecen tranquilos.


De echo, mi padre besa a mi madre y la abraza.


Me calmo un poco, pero me parece demasiado raro.


Miro las escaleras y las veo más largas que nunca.


Me dejo caer al suelo y me siento al lado de la puerta, con los codos en las rodillas.


Rompo a llorar, sin saber si tengo motivo. Y me viene a la mente Lali, pero se aleja.


Pienso en lo que me he dicho, en su mirada, en como me ha dicho esas palabras que me han hecho tantísimo daño. Y pienso que si se va me voy con ella...


No te vayas, por favor. Yo te necesito.

sábado, 2 de julio de 2011

18. Lali


Ding dong.

Espero que me abran la puerta mientras golpeo con el pie en el suelo intentando calmarme.

Al cabo de un momento abre la puerta una mujer de unos cincuenta años, bastante pintoresca.

Es bajita y regordeta. Su pelo encrespado y corto está mal teñido de naranja chillón, que en un pasado imagino que fue rojo. Viste con una túnica de colores chillones, larga y ancha, y sus brazos están decorados con varios tatuajes, al igual que su oreja derecha de numerosos pendientes. Sin duda, la madre de Marcos.

Me mira con unos grandes ojos azules, los mismos que su hijo.

-Emmm... hola, ¿estaría Marcos?

Me sonríe sin desconfiar con una boquita diminuta.

-Si, bonita, pasa. Soy Caterina, la madre de Marcos, pero puedes llamarme Cate. Marcos está arriba, voy a llamarle. ¡Gordi, baja, tienes visita! Estará con la guitarra. ¿Tú eres su amiga? Nunca te había visto por aquí. ¿Qué hará este niño que no baja? ¡¡Gordito!!

Intento contener la risa. Realmente no sé como he llegado a casa de Marcos. Bueno, más bien, como le he sonsacado a Elena la dirección y he escapado de sus garras.

-Mira, este chaval no baja. Sube a su cuarto. Es al fondo del pasillo a la izquierda.

-Vale, gracias.

Voy por las escaleras pensando que voy a echarle la bronca de su vida. Poco a poco oigo su guitarra más cercana, notas sueltas.

Toco a la puerta y la abro.

Veo una habitación inmensa, llena de pósteres y fotografías de todo tipo. La cama deshecha y todo por en medio. Por la ventana entra un brisa ligera, y la televisión está encendida, pero sin voz.

-Deja que adivine por qué estás aquí.- me dice Marcos sin ni siquiera girarse para mirarme.-Elena.

-Y si sabías que esto iba a pasar ¿por qué lo has hecho?

Aparta la guitarra, se levanta y me mira serio, muy serio. Intimida.

-Lo que haya hecho no te incumbe a ti.

-Pero sí le incumbe a mi prima, y me parece que tengo todo el derecho a venir a hablar contigo.-Mueve la barbilla, sin querer reconocer que tengo razón. Eso me da fuerzas.-¿Por qué diablos lo has hecho? ¿Qué te ha hecho mi prima para que le dejes sin ningún motivo?

Se echa las manos a la cabeza y se tira a la cama de espaldas.

-¡Contesta tío!

-¡¡No quiero hacerle daño!! ¿Vale?-contesta finalmente nervioso y enfadado.

Suspiro, dejo el bolso y me siento al lado de él.

-Eres un capullo ¿lo sabías?

Me calmo, se calma.

-¿Quieres una Coca-Cola?

-Si insistes …-intento bromear para caldear el ambiente.

Se levanta y abre un pequeño frigorífico. Saca dos botellas de Coca-Cola fresquita. Les quita la chapa y me da una.

Me incorporo apoyándome en la estructura de metal que hay en los pies de la cama, con las piernas estiradas, y él en frente mio en la misma postura.

-Estoy dispuesta a que me cuentes lo que pasa sin enfadarme demasiado.

Suspira, bebe de su botella.

-Mira tía. Elena es la clase de chica que todo hombre quiere tener. Es una preciosidad y es más buena que el pan. ¡Pero es que tiene quince años!

-¿Y?

-¿Cómo que “¿y?”? Vamos a ver, ya soy casi un adulto y cuando acabe el verano me voy a viajar, voy a conocer toda España, y luego seguiré por Europa. ¿Crees que me voy a aferrar a una chavala que ni siquiera ha acabado el instituto?

-¡Pero es que lo dices como si fuera culpa suya!

-No, joder, no es culpa suya pero …

-¿Pero qué?

-¡Que no quiero echarla de menos!

Ohhhhhhhhh. ¡Qué mono es Marcos cuando quiere! Pero no se lo digo, tengo que mantener mi posición de prima enfadada. Además, lo de conocer Europa me parece super guay.

-Marcos, lo que dices no tiene sentido. Si ahora que puedes estar con ella antes de irte prefieres alejarte y partirle el corazón ¿por qué la ilusionas?

Me mira pensativo.

-Mira, un ejemplo. Es como tú y Alex.

Se estremezco. ¿Qué querrá decir?

-Cuando se acabe el verano probablemente perdáis todo el contacto y la ilusión que tenéis ahora. Sois solo un juego aunque os queráis, porque simplemente no puede ser más que eso, un juego. Solo que vosotros os arriesgáis sabiendo que lo vais a perder.


Me pongo triste, la verdad es que no lo había pensado de ese modo. Pero tiene razón y eso me duele realmente.

-No sé que decirte, Marcos ...- comento derrotada.

Hace una media sonrisa triste, casi de compasión, dándose cuenta de que su comentario me ha herido. Sin embargo, no parece sentirse culpable.

-Anda, ven aquí.- me hace el gesto de que me siente a su lado, y obedezco mientras se me nubla la mirada.

Me incorporo y él me rodea los hombros con el brazo mientras me da un beso en la mejilla.

-Fea.

Le miro con una falsa rabia mientras intento que no se me empapen demasiado los párpados.

-Sois muy valientes, ¿sabes?

No digo nada, no puedo.

Sé que esta expresión es muy poco tierna, pero ¿sabéis cuando tenéis esas ganas de vomitar increíbles pero no hay manera de que salga? Pues así me siento ahora mismo, pero en lugar de tener el dolor en la tripa, lo tengo en el corazón. Solo es para que me entendáis.

-Tienes razón Marcos, somos valientes ahora y luego lloraremos. Pero no seas egoísta, y aunque luego te duela, no te quedarás con la duda de “qué hubiera pasado si ...”, que me parece que eso es peor. Una vez alguien muy sabio me dijo que es mejor arrepentirse de lo que has hecho que de lo que no has hecho.

-Probablemente tengas razón. Lo pensaré.- me dice mientras me sonríe y me atrae hacia él.-Solo te digo una cosa. Alex ha sido desde enanos, uno de mis mejores amigos, y te puedo asegurar que la única vez que lo había visto así de pillado por algo fue a los nueve años, cuando le compraron una bicicleta. Entonces los dos estábamos enamorados de aquella preciosidad...

-¿Me comparas con una bici?- le digo con un tono gracioso.

-Bueno, para nosotros, las tías y las bicis sois más o menos igual de importantes … - contesta mirando para arriba con gesto de disimulo.

-¡¡Oye!!

Le pego un puñetazo en la barriga, pero no muy fuerte y me levanto de un salto. Miro la estantería con todos sus video juegos.

-Tienes todos los de Mario Bross. Interesante...

-¿Jugamos?- me pregunta mientras se hecha las manos a la nuca.

-¿Va enserio?

-¿Por qué no?


****


Dos horas y media picándonos a ese juego tan tonto y bebiendo Coca-Cola. Esta noche no dormiré, os lo aseguro.

Salgo de su casa después de despedirme de él. Las primeras sombras del anochecer me saludan y me devuelven a un pensamiento que no he conseguido evitar en toda la tarde.

Y vuelven las ganas de vomitar. Y se me vuelven a empapar los ojos, pero esta vez dejo que se me corra un poquito el rimel.

Ya es tarde, muy tarde. Me estarán esperando para cenar, y me reñirán en cuanto llegue. Conociendo a mi madre, seguro que pensará cosas raras cuando vea que no estoy con Elena.

Camino despacio reflexionando sobre lo que le voy a decir a mi prima sobre Marcos cuando llegue. Y a mis padres. Buff. Ya improvisaré. ¿Qué sugerís?

Por ahora, seguiré disfrutando del dulce paseo hasta mi bronca correspondiente.