Small grasshoppers.

sábado, 17 de septiembre de 2011

23. Marcos

Bueno gente, quería mostraros estas fotografías que, como no, han sido creadas por el brillante y querido Miquel Mas. Junto a la figura encantadora y divina de Isa Riquelme y la dulce y mágica sonrisa de María Serra, ha conseguido captar unas fotos de lujo. Aquí os dejo algunas para que echéis un vistazo, y si os han gustado y queréis más, entrar en www.flickr.com/photos/massamagia/ , allí está la sesión casi completa.

Y bueno, espero que estéis disfrutando de leer los últimos capítulos de Alex y Lali tanto como yo los disfruto escribiéndolos, o bueno, en este caso, de Marcos...

¡Un beso grandote!








Modelo: Isa Riquelme



Modelo: María Serra


Toda persona de hoy en día sabe que la vida no es de color rosa, ni azul, ni verde, ni amarilla. La vida es negra, como el carbón. Puede haber momentos grises, e incluso blancos, pero después de esas épocas todo acaba siendo la misma mierda de siempre.


Me presento. Soy Marcos, tengo diecinueve años y en toda mi vida lo único que he hecho ha sido intentar ser feliz, en vano.


Cuando era pequeño mi padre murió, nos dejó a mi madre y a mi una grandísima herencia, pero un gran vacío. Ella, mi madre, me ha cuidado tan bien como ha podido, pero yo sé que no estaba bien, y nunca lo ha estado desde que mi padre nos dejó.


He estado enamorado, enamorado de la persona más horrible que puede haber, la que más daño me ha hecho, y la única suerte que he tenido en toda mi vida ahora está tumbada en una camilla en frente mio, inmóvil, dormida. Y yo veo como la vida se le apaga poco a poco... por mi culpa.




Ese mismo día, horas antes.




Paseo sin ningún problema por la calle. La tarde está tranquila. Voy a comprar algunas cosas que me ha encargado mi madre, pero ya vuelvo a casa.


Hace fresquillo. Cuando llegue … veré una película quizá, no tengo muchas ganas de salir.


De repente, y sin que ella se de cuenta, veo a Elena pasear con sus amigas, riéndose. Sonrío débilmente y sigo mi camino. Paso por al lado de ellas y la vuelvo a mirar de reojo, ella me corresponde seria.


Es la chica más guapa que hay en el mundo, siembre ha sido así y siempre lo será. Lo pensaba incluso cuando salía con Ana Cristina, que Elena tiene un físico especial. Cuando pasa de largo me giro y me fijo en el contoneo de su cuerpo, siempre me ha encantado esa graciosa manera de moverse. Y su pelo, tan rubio, tan hermoso...


Me giro de nuevo, pero en vez de seguir recto caigo al suelo y me pego un golpe en las costillas contra las losas de la calle. Veo como mi long sale disparado y la poca gente que pasa por ahí, me mira. También oigo risas.


-Mira por dónde vas...-me dice un hombre vestido de negro, alto, feo. Y le reconozco. El hermano mayor de Ana Cristina, y algunos más de los Latineros.


Me giro hacia Elena, que me mira con ternura. Vacila un momento y luego viene corriendo a ayudarme. Se arrodilla en el suelo y me ayuda. Me sangra la rodilla un poco.


-Vete- le susurro con frialdad. Para de taparme la herida con un pañuelo y me mira seria.-Que te vayas, Elena …


Sus ojos despiertan rabia, e incredulidad. Los míos intento que estén neutros, pero sé que mi corazón lleva agradecimiento, amor, tristeza, pero solo intento protegerla.


Se levanta rápido, pero cuando quiere irse con sus amigas uno de ellos le corta el paso.


-No, ¿por qué se tiene que ir? Encima de que te ayuda, eres un desagradecido …-comenta el que la tiene retenida, con cierto tono sarcástico.


-¡Dejadla en paz!- digo levantándome.


Se ríen de mi, y de mis gemidos de dolor. Miro a Elena, y noto como una lágrima de rabia se resbala por sus mejillas, llevándose gran parte del maquillaje.


Ya no hay nadie en esta calle, y las amigas de Elena se han ido asustadas. Parece mentira...


-Venga, vamos a jugar un rato anda...


El chico que la tiene cogida le desliza la mano hasta el trasero.


-¡Ni se te ocurra, imbécil!- le digo abalanzándome sobre él.


Le agarro de la camiseta y le pego un puñetazo en el vientre, pero los otros dos que van con él no tardan mucho en cogerme, mientras que el otro va a pegarme.


Me abofetea varias veces, me da patadas en las espinillas, y me estira fuerte de mi pelo largo, del que siempre se han burlado.


Veo como se ríen mientras me torturan, pero de repente algo le da una patada en la entrepierna y le agarra del cuello por detrás.


Veo las finas y delicadas manos de Elena defenderme. Le aprietan la garganta con todas sus fuerzas, mientras le pega patadas lo más fuerte que puede.


-¡¡Elena, vete!!- le grito asustado.-¡¡Corre!!


Pero antes de que a ella le de tiempo a irse, uno la agarra por los brazos y la tira al suelo con fuerza.


Oigo un grito de dolor y miedo, y veo como hace tropezarse a la persona que le ataca. El hombre hace dos de ella. La miro, le grito, intento protegerla. Pero de repente, el que tenia el cuello entre las manos de ella hace un segundo, ahora estampa una botella de cristal contra su cráneo, y veo como su pelo poco a poco se tiñe de rojo, mientras los tres cobardes escapan.


-¡Corred, vamos!- les oigo decir.


Me arrodillo al lado del cuerpo inmóvil de mi niña y la cojo entre mis brazos. Me siento impotente, asustado. Le grito, le doy pequeños golpes en la cara con la esperanza de que se despierte. Lloro, lloro más. Mis manos están ensangrentadas, y acarician su pelo.


Pido ayuda, pero el tiempo se ha parado y parece que nadie me escucha. Y lloro, y la llamo. Elena, Elena. Vuelve conmigo.


****


Y ahí he estado hasta que llegó ayuda...


Me han curado las heridas leves y ya no me duelen, pero nadie es capaz de curarme el dolor interno.


Ahora es cuando realmente me doy cuenta de que quiero a Elena, y del daño que le he hecho a la persona más importante de mi vida. Si sigo aquí ha sido gracias a ella, ya no solo por defenderme hoy, sino porque ella me ha dado fuerzas.


Y ha dado su vida por mi. Ha sido muy valiente, no sé si yo hubiera sido capaz de hacerlo. He intentado protegerla, pero no he podido...


Y no sé cuando podré agradecérselo. No quiero que se le escape la vida sin antes saber que se merece todo lo que un Don Nadie como yo es capaz de darle, y lo que no también.


De lo que estoy totalmente seguro es de que esos imbéciles me las pagarán, uno a uno. Esto no quedará así, por Elena, lo juro ...


domingo, 11 de septiembre de 2011

22. Lali










Las gotas de esta fría lluvia impactan sobre nosotros como ácido, tan rápido como va mi corazón en este momento. Camuflan mis lágrimas de preocupación, de miedo, de… no sé.


En cuanto Alex para la moto pego un salto y corro hasta la puerta de vidrio del hospital. Me dirijo hasta le recepción.


-Busco a Elena Gutiérrez.- le digo a la chica detrás del mostrador. Es tranquila, joven, y mastica un chicle más grande que su boca.- ¿Puede darse prisa?


Me mira con asco y vuelve a la pantalla.


-Piso cuatro, habitación 56.


Salgo corriendo, sin ni siquiera pensar en darle las gracias. Llego al ascensor, le doy al botón nerviosa. Tarda mucho. Veo como Alex me persigue.


-¡Lali, por aquí!


Subimos las escaleras corriendo hasta llegar a la planta. Corro por el pasillo, empapada, con la cabeza en blanco, y diviso a Marcos y a mis tíos al final.


Mi amigo se levanta de repente y me para cogiéndome de los hombros. Apoyo la cabeza en su pecho y dejo que me abrace.


-Por qué esos imbéciles han tenido que hacerle eso a ella, por qué…- susurro desesperada.


-Cálmate.


***


Llevamos tres horas esperando a que mi prima salga del quirófano.


Después de varias tilas no hay quien me mueva del asiento. Tengo el hombro de Alex como almohada y me hago la dormida, a ver si yo misma me creo que pueda descansar un poco. Él se lo ha creído.


De vez en cuando noto un beso suave en la frente y sus manos apartándome el pelo de la cara. Me pregunto qué hubiera pasado esta tarde en su habitación si no hubiera pasado todo esto… Probablemente hubiera sido la mejor experiencia de mi vida o el peor error que hubiera cometido, o las dos cosas.


Noto de nuevo su beso en mi cabeza, y su respiración mezclarse con la mía, pero esta vez es más duradero, y siento que me mira mientras me acaricia. De repente, empieza a susurrar…


-A veces siento que, desde que te conozco he dejado de ser yo al cien por cien. Te has adueñado de una parte de mí, de mi ser. Has cambiado mi forma de pensar y de ver las cosas. Has hecho de mí una persona mejor. Sé que estás profundamente dormida y no te vas a enterar de lo que te estoy diciendo, pero aun así, quería decírtelo. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y no cambiaría esta experiencia ni aunque no te volviera a ver en lo que me queda de existencia. Eres mi diosa. Eres lo más parecido que he conocido a la magia, y te lo agradezco, porque en este momento no hay nada que te supere.- Siento como se me eriza la piel.- Ya no sé de qué forma tengo que expresarlo… y de hecho, es un poco cursi todo esto, y ahora me da vergüenza…- hace una pausa y a mí, me entra la risa floja, pero la contengo- hemos pasado muy poco tiempo, y por eso yo no me explico cómo puedo quererte de esta manera tan exagerada. Eres la única persona por la que he sentido celos, la única con la que he tenido miedo de perder.-me acaricia.- Perdóname si alguna vez te hago sufrir, y espero que no te olvides de mí. Por muchas personas que pases por mi vida, tú siempre serás Lali, mi Lali. Mi niña, que he intentado evitarlo pero no he podido, me tienes para siempre, te lo has llevado todo. Lali, soy tuyo.


Siento que si abro los ojos dos lagrimones van a caer de ellos. No puedo ni respirar, siento una presión en mi pecho.


-Te amo… -susurro sin abrir los ojos.


Él se sobresalta, pero antes de que pueda decir nada más, llega el médico. Nos levantamos de repente. Se limpia la frente de sudor con una gasa.


-¡Doctor! ¿Qué ha ocurrido?


-Bueno, no os mentiré. Elena está en estado crítico. La herida en la cabeza es bastante profunda. La botella le impactó muy fuerte…-contesta preocupado.- Permanecerá en coma.


-¿Hasta cuándo?


Niega con la cabeza y arruga los labios en señal de que no lo sabe.


Me abrazo a Alex y suspiro.


-Lo único que nos queda es esperar.- dice el médico con un hilo de voz.-podéis pasar a verla a la habitación si queréis, ya está instalada.


-Alex, voy a verla.


-Yo me quedo con Marcos.- me dice antes de darme un beso.


Le abrazo y me dirijo a la habitación. Abro la puerta sin cuidado de hacer ruido, con la esperanza de que se despierte. Desgraciadamente, no es así.


Me acerco lentamente hasta la cama. Está pálida y una venda le cubre la cabeza entera. Su pelo está enredado, y lo acaricio. Sus mejillas sin ese color rosado y sus ojos cerrados, le dan un aspecto demasiado enfermizo. Me asusto. Una aguja le atraviesa la piel del brazo y un tubo va hasta unas bolsas que se encuentran al lado de la cama. Una mascarilla le cubre parte de la cara.


Los pitidos de la máquina de pulsaciones son muy lentos. Raya lisa, arruguita pequeña, raya lisa, raya lisa, dos arruguitas, raya lisa, arruguita. Ojalá estuviera yo en su lugar.


La miro de nuevo. Sigue siendo preciosa incluso en estas circunstancias. Recuerdo cuando éramos pequeñas, jugábamos a médicos. Ella siempre se pedía el papel de enferma, y hoy, desgraciadamente, es real.
Le beso en la cara con ternura y me dirijo hasta la puerta. Antes de salir me giro por última vez. No quiero dejarla sola.


Al final del pasillo veo a Alex y Marcos tener una conversación. Yo sabía que Marcos no la abandonaría, lo que no sé es como pudo enterarse tan rápido… Prefiero no pensar en eso. Me acerco a ellos y dejan de hablar de repente. Me resulta sospechoso. ¿De qué hablarían?...









sábado, 10 de septiembre de 2011

21. Alex




El día está tan nublado que parece que el cielo se va a caer. Paseo por la calle callado, con Lali de mi mano. Ninguno de los dos tiene muchas ganas de hablar, y tampoco lo disimulamos. La seriedad de la situación me mata, pero tampoco pienso que tenga que arreglarse nada. Prefiero pensar que todo está bien. De vez en cuando le abrazo y le recuerdo que le quiero.


Han bajado las temperaturas de golpe, y los dos llevamos una fina chaqueta. Cada vez se acerca más el otoño. Siempre me ha encantado la época de después del verano, pero esta vez, cuando se vaya el verano, también se irá ella, y todo estará mal. De repente la miro sin ningún motivo. Ella me corresponde la mirada y me sonríe. Es tan guapa…


Pasamos por al lado de un parque desértico, los columpios se mueves débilmente con el aire. Hacen un paisaje fantasmagórico.


De repente oímos el barullo de gente acercarse. Nos giramos y vemos como, detrás de nosotros vienen los Latineros. Intento no alarmarme. Miro a Lali de reojo de nuevo, ella está muy seria, y les mira como si tuviera que comérselos. Me hace gracia.


-Uuuh, mirad quién está aquí. Seguro que se quieren venir a Borne con nosotros…


De repente y después de oír eso, noto como la mano de Lali me coge más fuerte. La miro, tiene cara de asustada.


-No flipes. Más os gustaría. –contesto desafiante.


-Anda vámonos, dejemos a estos payasos…-dicen.


Se alejan pasando de nosotros, y cuando están lo suficientemente lejos abrazo a Lali.


-¿Qué pasa?- le pregunto.


-Elena me dijo que esta tarde iría allí.-contesta con un hilo de voz.


La abrazo de nuevo y le doy un beso en la frente.


-No te preocupes, allí hay mucha gente y no creo que vayan a meterse justo con ella.


En el momento algo nos sobresalta. Un trueno inunda nuestros oídos y empieza a chispear.


-¡No…! Corre, ven conmigo.


Los dos echamos a correr mientras la lluvia cada vez se hace más fuerte. Noto como mi ropa se empapa poco a poco. Y mientras llegamos a mi casa mi humor se ablanda.


Nos metemos en el portal riéndonos y saco la llave para entrar. Doy gracias a esta lluvia por haber caldeado el ambiente. La casa está oscura y no hay nadie. Cierro la puerta mientras ella avanza lentamente por el recibidor, y noto como su mirada recorre toda la sala con asombro.


-Alex, qué maravilla…


-Sí, la verdad es que no me quejo.


Se gira y me sonríe divertida. Noto como, tanto ella como yo, estamos muy empapados. Hasta el pelo nos chorrea.


-Ven, sube a mi cuarto.


Ascendemos las escaleras mientras oímos las gotas romperse en los ventanales.


Enciendo la luz de mi habitación y le dejo pasar.


-Espera aquí, ahora te traigo una toalla.


Me voy al baño, y cuando vuelvo le veo mirando mi cuaderno de dibujo. Ni siquiera se ha dado cuenta de que he llegado. Me apoyo en la puerta y dejo escapar una sonrisa pícara. Carraspeo la garganta y ella se sobresalta.


-Ten, aquí tienes tu toalla.


-Gracias amor.


Me llama la atención lo que me ha dicho y mi sonrisa aumenta. Ella me la devuelve.


-Oye Alex…


-Dime.


-Todos tus dibujos son… son muy buenos, me encantan, pero… pero es que todos…


-Todos son de ti.


-Sí.


Me siento a su lado en la cama mientras cojo mi libreta y la abro por la página donde empiezan sus retratos.


-Mira, este lo hice el día que te vi por primera vez. Está exacto, la ropa que llevabas, la expresión enfadada de tu rostro, todo. Aunque no supe acertar con la barbilla… Pero mira este.-paso las hojas un poco más para adelante.- este he de reconocer que me encanta.


El dibujo está hecho a carboncillo, se le ve a ella de espaldas, mirándome, con el mar de fondo. Dejé volar mi imaginación y me salió esa maravilla.


-Es precioso Alex.- me dice casi emocionada.


-No te hace justicia.


Me mira y me empieza a besar mientras mi corazón, por una vez en mucho tiempo, se siente realmente bien. La dulzura de sus labios y los pequeños roces de su pelo me hacen levitar. En ocasiones abro un poco los ojos y encuentro los suyos cerrados, sellados por unas larguísimas pestañas naturales. Sigo besándole mientras mis manos le apartan la toalla de los hombros, y bajan hasta su estrecha cintura. Ahí paran, por miedo. Entonces ella corresponde y sus manos, valientes, bajan más abajo. Sus labios se desvían por mi cara y mi cuello, y vuelven hacia la boca. Empiezo a entrar en calor, después del chaparrón. El momento es perfecto y no necesito nada más. Mis manos se arman de valor y suben de nuevo por su espalda, hasta llevar a la cremallera de su vestido húmedo, y va bajando poco a poco mientras nos tumbamos en la cama. Poco a poco, lentamente, todo es perfecto, y la amo, la amo tanto… Y pienso por un momento que no se irá. Su tirante se resbala, la parte trasera de mi camiseta se levanta y me deshago de ella yo solo, y de repente, cuando la pasión y las ganas se apoderan de nosotros… suena el móvil.


Seguimos besándonos intentando pasar de ese odioso sonido, pero ella se aparta.


-Alex, es mejor que lo cojas, puede ser importante.


Suspiro fastidiado y me relamo los labios. Cojo el aparato y veo en la pantalla “Marcos”. ¡Qué oportuno! Parece que lo ha hecho aposta…


-¡¿Qué quieres ahora?!- el mal humor se apodera de mi mientras miro a Lali incorporarse en el colchón.


-Alex, ha pasado algo…


La voz de mi amigo suena apagada, irreconocible. Me asusto.


-Marcos, ¿qué pasa?


Me fijo en Lali, ella me mira preocupada.


-Es Elena, está en el hospital…

jueves, 8 de septiembre de 2011

20. Lali

Lo prometido es deuda, y aquí teneis vuestro capítulo veinte y algunas fotos de mi viaje.

Mañana más, que lo disfrutéis :D












Es noche cerrada.


Calculo que deben de ser las cuatro de la madrugada.


El verano pasa rápido, muy rápido. En muy poco tiempo volveré a Madrid y lo dejaré todo aquí.


La verdad es que no sé muy bien cómo definir ese “todo”, con el mar, con la familia, con los nuevos amigos… o ponerle el nombre “Alex” y acabar pronto.


Vuelvo a escurrirme entre mis sábanas en la oscuridad de la habitación. Lo único que se oye es la respiración de Elena, y algún que otro sollozo mío.


Tengo un nudo en la garganta. Ni siquiera sé lo que ha pasado esta tarde con Alex, porque no llega ni a la categoría de discusión… o eso espero. Pero aun así, esta angustia me mata.


A lo mejor simplemente es melancolía o una mini crisis adolescente, pero me duele.


Claramente me encantaría que el verano se alargara, o incluso quedarme aquí a estudiar o yo que sé, que pasara un milagro, pero es imposible, eso no ocurrirá, lo sé.


“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, dijo Pablo Neruda.


Sé que cuando me vaya todo empezará a cambiar, poco a poco o rápidamente, incluso lo que sentimos aunque digamos que no. Pero de lo que estoy segura es que hay cosas en la vida que una persona no puede olvidar, ni dejar de sentir. Hay cosas que pasan y te marcan, que duelen o te hacen cosquillas en el alma. Todo ocurre por algo. Quizá mi destino no sea quedarme con él, quizá mi destino sea estar toda mi vida acordándome de este verano. Quién sabe.


Me doy la vuelta y me destapo bruscamente. Me quedo inmóvil. Tengo calor y frio. Me pongo mirando al techo. Qué desesperación. Me echo las manos a la cabeza y me froto los ojos. Y sin pensarlo me levanto de la cama. Mis pies descalzos empiezan a caminar por el parquet y bajan las escaleras. El suelo está frio y la casa oscura. No debo despertar a nadie.


Entro en la cocina y enciendo la luz. Me deslumbra y arrugo los ojos.


Me lleno un tazón de leche y cereales de chocolate. Me siento en la mesa mientras sigo pensando en nada, cuando de repente oigo un ruido detrás de mí.


Veo la figura de mi madre entrando por la puerta y me sobresalto.


-¡Dios mamá, a la próxima avisa si no quieres matarme!


-Lo siento peque.


Peque. Tendré treinta años y me seguirá llamando así. La miro de reojo mientras hace el mismo recorrido que yo, se echa cereales en el plato y se sienta en frente mío.


-Te has puesto el batín que te regaló papá.


-Sí, pero siento que me hace gorda.- me contesta.


-No digas tonterías, estás estupenda.


Mi madre es una mujer de pelo corto, rizado y negro, muy negro. Tiene los ojos azules más claros que he visto, la nariz puntiaguda, y una boca pequeña que por alguna razón siempre se pinta de morado. También es muy morena de piel, igual que yo. Dos conguitos. Somos muy parecidas, exceptuando su estatura diminuta, los caracoles de su pelo y ese color de ojos que tanto envidio. Sin embargo mi padre y mis hermanos son otro caso.


Se engancha el pelo con la oreja, dejando ver un aro en el cartílago, ese que me encanta y que no me deja que me haga hasta los dieciocho años.


-Lali…


-Dime mamá.


Mira el plato y le da vueltas a la cuchara.


-Tengo casi cincuenta años y en esta larga vida he vivido y aprendido muchas cosas.


-No digo nada, está demasiado misteriosa.-una de ellas es que las ilusiones son perversas.


Hace una pausa y suspira. Saca una foto del bolsillo de su camisón. En ella aparecen mi madre y un chico más o menos de su edad. Están en una playa. Ella tiene el pelo largo igual que yo y un cuerpecillo precioso. Recuerdo el bikini que lleva, yo jugaba con él de pequeña. Sonríe mientras él la moja en la orilla, y sonrío al recordar aquella noche con Alex. Él, alto, atractivo. Tiene el pelo castaño y una sonrisa preciosa.


-¿Es papá? –pregunto fascinada.


-No. Se llamaba Armando, y fue en el verano que me fui a estudiar a Cuba de intercambio. Allí le conocí. Teníamos veinte años los dos. Creí que era el amor de mi vida ¿sabes?


-¿Y qué pasó?


-Tuve que volver. Él me dijo que me quedara allí con él y que nos casáramos, pero no tuve el valor suficiente. Hoy me pregunto qué hubiera pasado…-siento como se le inunda los ojos- Años después me di cuenta de que no era el amor de mi vida, sino mi primer amor verdadero, que son cosas muy distintas. Por eso mismo dicen que el primer amor no se olvida, que permanece intacto en el alma.


No le digo nada. Simplemente la escucho mientras de vez en cuando me llevo los cereales a la boca. Suspira y vuelve a la realidad.


-Lali, sé que vas a pasarlo mal cuando te vayas, es obvio que ese tal Alex te ha cogido bien, pero la vida sigue, y no, no me preguntes que cómo he sabido que tenéis algo, solo hay que verte. Yo, años después conocí a tu padre y ahora soy feliz con él, sin embargo él nunca sabrá lo que te estoy contando. Créeme cuando te digo que aun, después de tantos años, le quiero como el primer día y sé que él es el auténtico amor de mi vida. Armando solo es un recuerdo, y siempre lo será, y no he hecho nada nunca para evitar que lo fuera, ya que sería en vano. Cuando nos vayamos pasarán muchas cosas, gente nueva vendrá a tu vida, y todo estará bien.


Siento como el nudo en la garganta vuelve, y sé que tiene razón. Hay cosas en la vida que nunca podrán ser, y Alex nunca podrá ser para mí. Él será mi Armando. De repente una lagrimita empieza a caer por mi mejilla, y agacho la cabeza. Mi madre agarra mi mano.


-No llores peque, todo irá bien. Además, si te sirve de consuelo, el verano que viene volverás a verle. Yo a Armando no le volví a ver.


-Lo sé, y eso me consuela.- le digo sin fuerzas. Me seco las lágrimas y sonrío.- Gracias mamá.


Me levanto de mi asiento y dejo la taza en el fregadero. Me dirijo hacia la puerta cuando me viene una pregunta a la mente.


-Mamá…


-Dime peque.


-¿Volviste a saber algo de él?


-Estuvimos años enviándonos cartas, lo último que supe de él es que se había casado y tenía dos hijas.


Sonrío.


-Seguro que él también habrá encontrado al amor de su vida.


-Seguro. Buenas noches.


-Buenas noches mami.