Small grasshoppers.

martes, 22 de marzo de 2011

11. Alex

Fotógrafo: Miquel Mas Fiol.

Ha sido un impulso, un no sé qué de su manera de moverse que me llamaba.
Posiblemente me esté volviendo loco por milésimas, pero tenerla delante y tan cerca me hace sentir cosas jamás experimentadas, sentimientos físicos y sentimentales, cosquilleos que me hacen pensar que por mis venas corre Coca-Cola y polvos pica-pica.
Su sabor, su perfume, el tacto de su pelo enredándose en mis dedos me está volviendo loco.
¿Qué tienes, Lali? Dímelo, porque mi cabeza va a estallar.
Algo interrumpe este momento, un sonido, un pitido.
¡No, ahora no! El móvil, su móvil.
Se despega de mi, nerviosa, pero sin alejarse demasiado. Yo aparto mis manos de ella, pero sigo mirándola.
-¿Diga?
Ella tiene la mirada perdida, no ha puesto sus ojos en mi aún. Su voz suena dulce, algo nerviosa.
La miro casi sin pestañear. Es preciosa.
Se oye algo indefinido que sale del aparato.
-¡Mamá! Sí, sí, ya casi estábamos dormidas. Sí, hemos cenado bien.
Hace una pausa, está más nerviosa ahora.
La voz del teléfono vuelve a decirle algo que, al parecer, no es muy buena noticia.
Al fin me mira, sus ojos se ven raros.
-¡¿A una calle?! No, no, no pasa nada. Ahora nos vemos.
Cuelga el móvil intranquila y entra en la casa corriendo. Yo la sigo.
-¡Alex, Marcos, tenéis que iros!- dice con la voz alzada.
-¿Qué? ¡¿Por qué?!- pregunta Elena.
Se oye un coche fuera.
-¡¡No!! Ya están aquí. Corred, meteros en el armario.
Lali nos empuja hasta un armario empotrado de debajo de las escaleras. Cierra la puerta.
No hay luz, esta es una situación incómoda. Marcos y yo, en casa de dos chicas, metidos en un armario de dos metros cuadrados, y a oscuras.
Se oye la puerta de la casa abrirse.
Oímos voces, pero solo conseguimos adivinar la de Elena y Lali, y la televisión, aun encendida.
Dos niños corretean por ahí.
-¡Voy a poner los zapatos en el armario!- se oye una voz de hombre.
-¡¡¡No, no!!! Papá, ya los pongo yo, deja ...
Un rayo de luz entra por la puerta, Marcos y yo nos pegamos a la pared como podemos. Hemos hecho demasiado ruido.
-¡Ts, eh!- oigo el susurro de Marcos más cerca de lo que toca.-¿Qué ha pasado ahí fuera con Lali?
-Nada que te incumba.
Creo que es la primera vez que no quiero contarle a alguien lo que he hecho o no he hecho con una chica.
-Vale, os habéis liado- afirma.
-Cállate.
-Hay que ver, que amigo tan majo tengo... ¡Casanova!
Me hace gracia.
-Enserio, cállate que nos van a pillar.
Fuera se oyen ruidos sospechosos, la televisión más alta, y una familia unida hablando animadamente.
De repente algo sobresalta en esa diminuta habitación. Una canción de discoteca. Mi móvil.
-¡¡Alex!!
Lo saco del bolsillo lo más rápido que puedo. Cuelgo. Ni siquiera he mirado quien era. Silencio.
-¿Habéis oído un móvil?- viene la voz desde el salón.
-No, no, para nada.-dice Lali.
-Habrá sido la tele.- detalla Elena.
Suspiro. Qué susto.
-¿Quién se hecha un parchís?- pregunta un hombre de repente.
No se cansan, pero si es tarde como para jugar a según qué juegos.
-¿Ahora? ¡Es muy tarde!- Elena me ha leído el pensamiento.
-¡No, venga, voy a sacarlo!
Se oyen voces fuera. Animadas. Suspiro.
-Marcos, menuda noche nos espera.

****

Cuatro largas y amargas horas después, la última persona de la familia se digna a irse a la cama. En ese armario, ya había empezado a hacer calor tres horas y media antes, entre Marcos, yo y los zapatos.
Ya a penas se oye nada. Lo último fue un "buenas noches" y el ultimo portazo en el piso superior.
De repente la puerta del armario se abre. La luz nos deslumbra, ya que estábamos medio dormidos.
-Salir de ahí, anda.
-Lo sentimos.
Se oyen las voces de nuestras amigas.
Marcos se da un golpe en la cabeza mientras yo intento incorporarme. Arrugo los ojos.
-Venga, Marcos, vamos.
-Lo sentimos mucho.-dice Lali mirándome a los ojos.
Cuando consigo amoldarme a la luz del recinto, la miro yo también y le sonrío.

Las los chicas nos acompañan hasta la esquina de la calle.
Marcos y Elena se van un poco más para delante. No sé a ciencia cierta si somos nosotros que los dejamos solos a ellos, o ellos que nos dejan a solas a nosotros.
Nos paramos y nos miramos. Meto las manos en los bolsillos y encojo los labios. No sé si mirar al suelo o a esos ojos de gato. La timidez resulta rara ahora.
Ella no está igual que yo. Busca mi mirada y sonríe picaramente.
-¿Qué pasa?
-Nada ...
-¿ Y por qué no me miras?
Suspiro.
Me sonríe.
Está guapísima.
-Mañana ...
-¿Sí?- pregunta esperando a que yo acabe la frase.
-¿Qué hace mañana?
-Nada.
-Te esperaré en esta misma esquina a las cinco y media de la tarde.-le propongo con menos timidez.
-Me parece bien.- me dice y me sonríe con una dentadura blanca e impecable.
Le doy un beso diminuto en los labios.
-No olvides traer bikini.
Se ríe y se va con Elena. Sin duda, esta chica me encanta, y pienso conocerla bien, saber como es y quién es. Siento que tengo que hacerlo, es mi obligación.

Marcos y yo volvemos a nuestra calle y nos vamos a nuestras respectivas casas, una en frente de la otra, y como no, una habitación en frente de la otra, como cuando éramos pequeños.
-Buenas noches, golfo.- se despide.
Le sacudo su melena rubia y desaliñada y me voy sin decir nada.

Entro en mi casa. El recibidor está iluminado por la luz que se filtra por los cristales del salón. Qué extraño que haya alguien levantado a estas horas.
Oigo voces. Hablan rápido.
Asomo la vista por la rendija de la puerta. Veo a mis padres. Discuten.
Mi madre está casi llorando. Nunca la había visto así.
Mi padre enfadado. Abro la puerta justo a tiempo de ver como mi padre alza la mano bruscamente y mi madre se aparta.
-¿Qué pasa aquí?- pregunto nervioso.
-¡Hijo!- grita mi madre levantándose.
-¡¿Dónde estabas?!-grita mi padre furioso.
-Rafa, tranquilízate...
-Vete a la cama, Alex. Mañana hablamos.
-He tenido un percance con Marcos, no es para tanto que sea la una y media.
Mi padre se gira y coge la botella de whisky caro y le da un trago. Mi madre y yo estamos perplejos. Le cojo la mano mientras contemplamos aquella escena desconcertante. Tiembla.
-Mamá, vamos a dormir...
Mi madre, a esa mujer tan fuerte y esa llama de fuego que no apagaba nadie, la veía sin fuerzas.
Me siento culpable.
Mi padre no se hubiera enfadado si no hubiera llegado tarde.

Me meto en la cama sin muchos ánimos, esperando a que esa noche pase. Oigo un golpe. No sé qué ha sido, no sé si debo ir. No quiero ser un cobarde, pero no puedo evitarlo.
Mi padre nunca ha sido así.
Apago la luz y aprieto los ojos con fuerza. Me entierro entre las sábanas. Sólo quiero una imagen en mi cabeza, solo quiero un sabor en mis labios. Solo quiero una mirada en mi mente, y no ese recuerdo amargo de hace unos minutos.
Quiero que pasen las horas rápido, que sean ya las cinco y media, y verla, y enamorarla.
Parece mentira que yo esté pensando esto.
¿Enamorar? ¿Enamorarme? ¿Enamorado?
Se me eriza la piel.
Ella es diferente, no es como con las otras chicas con las que he estado.
No la conozco, pero es ... distinta, lo sé.
Cojo la almohada y la estampo contra mi cara evitando un grito.
Mañana será otro día. Mañana llevará su nombre. Mañana sonreiré. Mañana será Lali.

jueves, 10 de marzo de 2011

10. Lali

Sí gente, hay que felicitarlo. ¡Nuestro gran amigo y fotógrafo Miquel ha ganado un concurso de fotografía! Se merece un pequeño honor ¿no?

Aquí os dejo su super Flickr para que sigáis disfrutando de sus trabajos.

http://www.flickr.com/photos/massamagia

y aquí su super Blog, que aún no es muy largo pero tenemos que ayudarle

a que se haga más y más y más grande

http://miquelmasfiol.blogspot.com/

Bueno, y aquí os dejo con el siguiente capítulo

¡Que lo disfrutéis!

Os quiero gente, y Miquel, ¡Te queremos!

Fotógrafo: Miquel Mas Fiol.

Décimo día de mi estancia en Mallorca, y ya me he enamorado de sus atardeceres, de su olor a mar, de su frescura mediterránea. La puesta de sol pinta el cielo de colores vivos.

La puerta del balcón de la habitación de mi prima está abierta, y el viento hace bailar a los visillos de las cortinas, una delicada brisa fresca que me eriza la piel, algo más bronceada.

Juego con mi pelo mojado, con olor a champú de frutas, después de un largo día de playa.

Alex sigue ahí, en mi cabeza, aunque no sé cuándo le volveré a ver.

El recuerdo de aquella noche de arena y un poco de alcohol me tiene retenida, tal vez demasiado, porque en realidad, no pasó nada.

Quizá me esté emocionando mucho con este tema, mejor dejarlo correr.

Lo que más me fastidia es que, mientras yo estoy en una especie de nube, Elena sufre.

Ya no sé qué más hacer para ayudarla, ha perdido casi todas las ganas.

El volumen del reproductor de música del ordenador de Elena está casi al cero, pero puedo percibir la melodía de Entre Tus Alas, de Camila, que se mezcla con el ruido de algún coche que pasa.

De repente el sonido del Messenger sobresalta entre todos los demás.

Dejo de cepillarme el pelo y me acerco al ordenador.

Una lucecita naranja del inicio me indica que un contacto me habla; veo como se enciende y se apaga el nombre Alex.

Lo abro rápido y leo:

Alex: ¡Hola! :)

Pienso un instante antes de contestarle. ¿Será este Alex? ¿El chico que impactó en mi mente como un misil? ¿El que estuve a punto de besar aquella noche? ¿Ese? Bah, no lo creo, demasiada coincidencia.

Lali: ¡Buenas! ¿Cómo estás?

Alex: Bastante bien, ¿y tú? Lo siento, el otro día me tenía que ir a una verbena y no me pude despedir como es debido.

Lali: Yo bien, jaja. ¿A una verbena? Que coincidencia…

Esto me está empezando a parecer algo raro, aunque divertido.

Alex: ¿Coincidencia? ¿Por qué lo dices?

Lali: El mismo día yo también fui a una verbena…

De repente tocan a la puerta. Elena asoma la cabecita. Se ha recogido su pelo rubio en un moño despeinado.

-Lali, ¿de qué te pido la pizza?

-Tropical, por fa.

-Hecho.

Se va, pero antes de cerrar la puerta se asoma de nuevo.

-Oye, estamos solas, los demás se han ido a cenar a un restaurante y no vendrán hasta tarde. ¿Peli y palomitas?

-¡Sí! ¿Qué películas tienes?

Mi prima se decide a entrar en la habitación y coge de un cajón un estuche de discos. Luego se acerca a mí.

-Ten, elige la que tú quieras.

Se acerca a la pantalla y arruga los ojos antes de cambiarlos a sorprendida.

-Cotilla- bromeo.

-¿De qué tienes agregado a Alex?- me pregunta extrañada.

-¿Cómo?

Miro a la pantalla y veo que Alex me ha contestado.

Alex: un momento, ¿tú misma no me dijiste que vendrías de vacaciones a Mallorca?

Me giro a Elena y la veo con una mano en la cintura y con una ceja levantada. Su sonrisa pícara me habla.

Es él, parece imposible. Se me hace un nudo en el pecho, y me pongo nerviosa sin motivo. No me lo creo. No me atrevo a contestarle, parece tan irreal…

-¿No le contestas?- pregunta Elena con aires irónicos.

-No sé qué contestarle, no tenía ni idea.

-Ya, seguro… Anda, me voy para abajo, elige la peli.

Vuelvo a mirar la pantalla, él sigue ahí. Parece que me espera.

Alex: ¿Lali? ¿Estás ahí?

No tengo por qué contestarle, podría irme sin más. Aunque se quedaría un poco extrañado... No sé por qué estoy tan nerviosa. ¡Dios, pero si solo es un chico! Un chico muy guapo, pero un chico... Y una coincidencia tan...

-Eulalia, céntrate.- me susurro.

Las palabras salen solas. Debo de estar realmente mal para llamarme por mi nombre real, del que me avergüenzo realmente.

-Lali, eso es, así está bien.-vuelvo a decirme a mí misma.

Alex: Bueno, veo que no contestas. Ya hablaremos otro día chica misteriosa.

Lali: ¡No, no, no! Espera.

Alex: Creía que me habías abandonado, jaja.

Lali: Sí, jaja.

Alex: ¿?

Lali: Es decir... no, estaba aquí, lo que ocurre es que estaba ocupada.

Vaya metedura de pata.

Alex: Bueno, tengo que irme que me espera un amigo, ya hablaremos ¡Adiós!

¡No! Se ha ido. Tendría que haberle respondido, estoy segura de que es él. No me ha dado tiempo a despedirme y no sé cuándo podré volver a hablar con él.

Algo decepcionada, cojo el estuche de películas de Elena y miro sin ningún entusiasmo, cuando un golpe en el cristal de la ventana me asusta.

Veo como alguien tira piedras desde abajo y salgo a ver quién es. Seguro que algún niñato.

Me asomo esquivando otra piedra y advierto que no es ningún chaval.

-¡Marcos! –grito.

-¿Lali?

Le hago una seña diciendo “obvio” y él me sonríe tramando algo.

-¡Alex!- llama poniéndose las manos en las comisuras de la boca y mirando al otro lado de la calle.

Mi corazón da un vuelo al ver a Alex salir de detrás de un árbol.

-¡Alex!

-¡Lali!

-¿Elena? –interrumpe Marcos preguntando donde se encuentra mi prima; pero antes de que pueda responder sale de la casa aturdida por el jaleo.

Su cara se transforma.

-¡Marcos!

-Elena...

-¿Alex?- Se sorprende ella.- ¡¿Lali?!

Le saludo con la mano y me apoyo en la barandilla.

Marcos quiere hablar pero nuevamente le interrumpe el sonido de una moto.

Baja un chico vestido de rojo y con dos cajas cuadradas en la mano.

-Pedido para Elena Gutiérrez.

Todos miramos a aquel chico. Castaño, estatura mediana, y ojos apagados. Un físico común, una sonrisa preciosa.

-¡Nolo!- exclaman Elena y Marcos al unísono.

-¡Hola gente!- dice el repartidor.

Elena rápidamente entra en casa y pega un portazo sin explicación. Durante unos segundos lo único que se oye en la calle es el sonido de los grillos nocturnos.

Luego abre la puerta y vuelve a salir intentando respirar con calma. Todos le miramos atónitos.

-A ver ¿qué hacéis todos aquí?- pregunta muy seria.

-Yo me alojo aquí.

-Yo vengo a pedirte perdón, soy un capullo.

-Yo acompaño al capullo.

-Yo entrego pizzas.

Aunque a ciertas personas aquí presentes no les haga gracia, creo que es una de las situaciones más divertidas que he vivido, y al parecer, Alex piensa lo mismo que yo.

Elena está furiosa por fuera y eufórica por dentro. Como esos caramelos que te metes a la boca y son ácidos, y cuando lo desgastas sabe a fresa.

El olor a pizza llega hasta mí y ruge mi estómago.

-Vamos a ver, Elena, vengo a pedirte perdón por lo de Ana Cristina.-dice Marcos.

Observo como la cara del chico de las pizzas, que al parecer se llama Nolo, se transforma a una melancolía de las más amargas que he visto.

-¿Ana Cristina?...- pregunta él con voz apagada.

Marcos mira al chico y luego a Elena, respondiendo como si la pregunta la hubiera formulado ella.

-Sí, por Ana Cristina, porque no te he sabido valorar, porque me he dado cuenta de que me gustas y ella es agua pasada. Te quiero.

Aquí solo faltan las palomitas, pero desgraciadamente es demasiado bonito para ser real, o al menos, para que dure.

Los ojos de Elena se iluminan y corre a abrazar a Marcos. No hay beso. Qué fácil es convencer a una persona enamorada.

Alex aplaude, y Nolo sigue aguantando nuestra cena mientras se enfría.

-¿Queréis quedaros a cenar?- pregunta Elena.

****

Media hora después los cuatro estamos sentados en el sofá viendo Moulin Rouge. Nolo se ha ido con dos euros de propina por aguantar el follón.

Qué guapa está Nikole Kidman con ese vestido rojo.

All you need is love...

Todo lo que necesitas es amor.

Elena ya lo tiene, Marcos también, yo no. ¿Y Alex?

La situación es algo incómoda, viendo una peli de amor con un par de tortolitos mientras que, a tu lado está el chico al que no he podido sacar de la mente.

Suena mi móvil. Salgo fuera.

-¿Diga?

Teleoperadora, y a estas horas...

-No gracias, no me interesa.

Piiiip-piiiip. Colgó.

Distraída y mirando el móvil me giro cuando noto que algo me acaricia la cara.

Encuentro mi mirada con unos ojos verdes aceituna que enamoran a cualquiera.

-¿Tú eres la chica del Messenger, no?

-Sí, sí lo soy.

-¿Sabes? Llevas días en mi cabeza. Desde que hablé contigo antes de verte, desde que discutimos, desde que estuve a dos centímetros de tus labios. No sé quién eres ni cómo eres, pero si no te beso ya, te prometo que el mar se seca.

Estoy atónita. Loca. Eufórica.

Es un sueño, un maldito sueño. Me hundo en sus ojos, me ahogo.

Su mano derecha me aparta el pelo y con la otra me coge la mano. Nuestros ojos se cierran y noto el calor de su boca, de su lengua, de sus labios, piel con piel, sabor con sabor, vida con vida.