Small grasshoppers.

domingo, 19 de junio de 2011

17. Alex

Fotógrafo: Miquel Mas Fiol.


Y que me cuentas del tiempo que pasa en tu pestañeo y que me trae por esta calle de amargura y de lamentos …

Sé que no me pega nada escuchar Estopa, a mi, el chaval más pijo que pueda haber, pero esta canción me llega, me motiva, me desahoga, me hace llorar, me hace reír y me recuerda a mi mismo.

Mi escritorio está desordenado, con papeles y folios, lápices, carboncillos y gomas de borrar.

Tengo una obsesión, algo exagerado.

Mi lápiz dibuja cada parte de su cuerpo, pero no hace justicia a tanta belleza que desprende Lali. Mi Lali.

Es la primera vez que pinto a una persona sin fijarme en su vestimenta.

Su pelo, sus labios, sus ojos en primer plano. Sus dedos, sus caderas y sus pechos bajo esa camiseta transparente que llevaba el día en que la conocí, incluso los poros de su piel son perfectos, y he dibujado todo muchísimas veces pero ningún dibujo es igual que ella. Entonces la anhelo.

Me acuerdo de esta tarde, de la manera que tiene de reírse de las cosas, de mi y sobretodo, de ella misma, y no sé hasta que punto eso es un defecto o una virtud. En cualquier caso, me encanta ...

Que yo sé que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que abanica tu mirada. Tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraña, yo me parto la camisa, como Camarón.

Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña, bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación, y después por la mañana despierto y no tengo alas. Llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada. Todavía ha sido un sueño muy real y muy profundo. Tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo. Que no te quiero mirar...

Pero yo sí, yo sí te quiero mirar, y me atrevo a ser ese dueño de tus ojos, ese que aun no tienes. Ese dueño que te parta la boca a besos y pueda fusionarse contigo. El que te abrace cuando lo necesites y se ría cuando hagas el tonto, pero sé que no podré.

Ai, mi Lali … cuánto la extrañaré.

A veces me pregunto si realmente la quiero tanto porque sé que no la podré tener durante mucho tiempo más. Me vuelvo vulnerable ante esa idea, mi corazón se transforma en blando y frágil. Ella me da fuerza, y cuándo se vaya no sé que haré.

Suelto el lápiz y me levanto de la butaca, intentando huir de esos pensamientos. Me quito la camiseta y me tumbo en la cama de golpe. Cojo la cámara de fotos de encima de la mesa y la enciendo. Miro las que nos hemos hecho hace unas horas.

En la primera, que es la ultima que le he hecho, está despeinada, de espaldas, mojándose los pies en la orilla de una cala en la que solo estábamos nosotros. Se ríe a carcajadas. Le he hecho creer que he borrado esta foto porque a ella no le gustaba, pero en mi opinión está preciosa. La miro, oigo su risa de ese mismo momento en mi imaginación, esa tan peculiar y con la que, de vez en cuando, parece un cerdito. Pero me encanta. Entonces sonrío al recordarla en frente mía bailando la Macarena, y parezco un idiota.

¿Parezco? No, lo soy. Todos somos idiotas cuando nos enamoramos. Nos volvemos unos románticos y, como diría Marcos, unos maricones.

Sacudo la cabeza mientras sigo riéndome y paso la foto.

Dos caras, la mía y la suya. Ella se ríe y yo le doy un beso en la comisura del labio, abriendo mucho los ojos y poniendo morros de pato.

Entonces me doy cuenta de lo increíblemente diferentes que somos físicamente.

Ella con el pelo largo y liso, morena y con unos increíbles ojos negros. La piel dorada a causa del sol. Los labios finos y los dientes, perfectos.

Sin embargo, yo, con mis rizos rubios y cortos, con los ojos claros y pequeños, mi piel pálida y algo pecosa y los dientes … bueno, los dientes también perfectos, pero me quitaron los aparatos hace dos meses, así que no cuenta.

Keep Holding On, de Avril Lavigne, suena ahora.

Subo el volumen del reproductor de mi portátil y salgo al balcón. Miro el reloj de mi muñeca. Las tres y media de la madrugada.

Debería acostarme. Debería.

Entro y cojo del cajón un paquete de tabaco que me regaló mi amigo Pedro antes del verano por mi cumpleaños.-Ten, esto para que no haya incidentes emocionales, y esto para que no empecemos el curso que viene con mini Alexitos de más. Que si uno ya es un coñazo...- me dijo mientras me entregaba el tabaco y un paquete de seis preservativos. Entonces yo me reí, le pegué un puñetazo en el hombro y le contesté -¿Solo seis? Nene, seis son pocos para una noche.

Tíos teníamos que ser.

En fin. Abro el tabaco, que no suelo utilizar mucho porque realmente no me gusta, pero en momentos de aburrimiento o desesperación, o de paranoia o comidas de cabeza, lo abro y me fumo uno, o en un caso extremo, dos.

Apoyo los codos en la barandilla e inhalo el humo poco a poco, y entonces vuelvo a pensar en ella, en su mente de niña y su cuerpo de mujer. Suspiro y suelto el humo por la boca y la nariz.

Un escalofrío me recorre la columna vertebral y entro dentro. Me siento delante del ordenador y abro el Messenger.

Diez conectados. Son muchos para estas horas. Los miro y solo hay uno que me llama la atención.

Gabi. La pequeña Gabriella. Se me encoje el corazón.

Abro su ventana sin saber por qué.

Me pongo mal, realmente mal. Esa historia me toca la fibra sensible, nuestra historia. Cada vez que me acuerdo de ella me siento un imbécil, un niñato.

Empezamos hablando por el Messenger, me caía bien, y me gustaba bastente, y al parecer, yo a ella más de la cuenta. ¿El problema? Le saco cuatro años.

El caso es que, una noche de las fiestas de mi pueblo, hará un año, me emborraché como ninguno, y ella estaba allí, con sus amigas. Yo me acerqué a ella y me lanzaba todo el rato, pero ella se apartaba, obviamente. Entonces, de repente ella desapareció un momento.

Yo no estaba en mi sitio y Carla, una … chica de mi instituto, se me acercó, con algunos cubatas de más y se me lanzó justo en el instante en que Gabi volvía.

Quise ir a por ella al verla llorar y correr, con sus amigas detrás, pero Carla no me dejaba ir.

Meses después todas sus amigas seguían mirándome con cara de desprecio, y ella … bueno, ella ni me miraba, y eso me mataba.

Había dejado de hablarme totalmente cuando yo le insistía por el Messenger y le pedía perdón, había dejado de sonrojarse cuando le sonreía, ahora me miraba a los ojos y se le borraba la sonrisa.

Le había hecho daño a la persona que me daba alegría cuando me cruzaba por los pasillos y me guiñaba un ojo, tan inocente y divertida.

Veo como se desconecta y me la imagino en su habitación donde tantas veces la vi detrás de la webcam, con su pelo castaño y corto y sus ojos grandes y oscuros. Una gran persona diciéndole adiós al mundo, por hoy. Y entonces me gustaría volver a pedirle perdón, pero es tan tarde …

Apago el ordenador y voy a meterme en la cama cuando me llega un mensaje al móvil.

“Solo tú puedes darle alegría a mi cuerpo sin bailar la Macarena. Buenas noches, bueno, madrugadas. Te quiero”

Sonrío y vuelvo a poner cara de imbécil enamorado. Sin duda, ella, lejos de lo de mis padres y de lo capullo que pueda llegar a ser, me cura las heridas a me hace ser feliz. Ella, mi Lali, me da vida.

jueves, 16 de junio de 2011

¡Lo siento!


Perdón, perdón, perdón, perdón.
¿Me perdonáis?
Es que entre exámenes y cosas, no tengo casi tiempo, y el que tengo lo uso para estar un rato haciendo otras cosas.
Acabaré los controles y todo eso el lunes, pero si puedo, este fin de semana me pongo con el siguiente capítulo. ¿Os parece?
Bueno, quería daros un poco las gracias por seguir mi blog e incluso haberle cogido un poco de cariño a los personajes que entre todos hemos creado, a pesar de mis "impuntualidades" a la hora de publicar, de mis fallos y todo eso.
Bueno, espero que paséis bien estos seis últimos días que quedan para el veranito tan deseado :)
¿Qué tal si os dejo la canción con la que empezó todo, la que me inspiró y la que más me acerca al verano?
¡Que la disfrutéis!

miércoles, 1 de junio de 2011

16. Lali

Fotógrafo: Miquel Mas Fiol.

Modelos: Vasilena Yankova(izquierda) y Laura Rubio(derecha).

-¡Niñas, bajad a hacer la compra!- se oye la voz de mi madre desde abajo.

-Pff ...-suspira Elena.

-¡Ya vamos!-respondo.

Con gesto de querer darse un respiro, Elena sube la música del PC y empieza a cantar. Su acento en inglés novato suena mejor compaginándolo con el que sale de la enorme boca de Steven Tyler. Me hace gracia verla cantar, con el perchero en la mano simulando una guitarra-micrófono.

-I go crazy, crazy. Baby, I go crazy ...- me canta rascándome la barbilla y levantando la ceja. -mira, las chicas del videoclip se parecen a nosotras.

-Casi como dos gotas de agua- me burlo de su comentario.

-¡Chicas, bajad ya!

Paramos la música y nos ponemos los zapatos. Cogemos los bolsos comprados en un mercadillo, casi idénticos.

Bajamos y nos vamos por la puerta principal después de coger el dinero y la larga lista de la compra que nos han dejado.

-¿Sabes? Antes la compra era la mitad.-me dice bromista.

La empujo riéndome.

-¡Tonta! Puedes estar tranquila, me iré dentro de poco y la lista de la compra volverá a ser igual de corta que antes.

Me abraza y me estruja las mejillas mientras llegamos a la tienda, que está casi a la vuelta de la esquina.

-Aiii, pero si sabes que yo te quiero mucho primita...

-Si si si, ahora no intentes arreglarlo.- le digo falsamente indignada.

Intentamos entrar a la tienda cuando un pitido y un sonido de una moto nos hace pararnos.

Nos giramos las dos entusiasmadas por el sonido del vehículo.

Una mezcla entre emoción y sorpresa sentimos las dos cuando la moto se para delante nuestra.

Se sube el cristal del casco y vemos los ojos verdes de Alex, pícaros.

-Pero, ¿y esto?- le pregunto sorprendida.

-¿Subes, muñeca?- me dice haciéndome un gesto con la cabeza.

Las dos reímos. Miro a mi prima con cara de pena.

-Vete anda, pasa un buen rato. Pero no tardes, yo no puedo volver a casa sin ti.

-Te quiero Elena, eres la mejor.- le digo después de darle un beso enorme en la mejilla.

Subo a la moto, que es una especie de Harley de color rojo y negro, brillante y espectacular.

-No es una Vespa, pero espero que esté a tu altura, princesa.- me dice Alex algo bromista.

-Me conformaré. Calla y arranca, caballero andante.

Me hace caso, y después de ponerme el casco, subimos calle arriba. Poco a poco nos vamos alejando más de la civilización, cada vez hay menos casas y menos coches, y la velocidad aumenta cuando el camino es recto y poco peligroso.

El paisaje me recuerda a cuando era pequeña, las fotografías que veía de sitios así. Árboles que cada vez se hacen más pequeños; casas, edificios del tamaño de una mota de polvo, y finalmente y no tan lejos, el mar. En cualquier punto donde estemos, ahí está él rodeándonos.

Estamos bastante rato en la moto, y pienso en la pobre Elena, que se quedará esperando.

Subimos a una montaña y para en un punto en medio de ninguna parte, cerca de Deià.

Me quito el casco y bajo del vehículo. Alex me ayuda. Me coge la mano y la besa delicadamente.

Aparto mi vista de sus ojos, de él, que me sonríe con cierto halo de tristeza.

Miro el mar, el mar amplio e infinito. Azul como el cielo. Revuelto por el viento, que acaricia mi piel delicadamente, que me enfría. Cierro los ojos y lo huelo. Huelo el mar, y por un momento mis oídos bailan con las olas. He desaparecido.

Pero vuelvo a la realidad cuando siento que Alex me abraza por detrás, y a decir verdad, la realidad es mejor que mi pensamiento bohemio.

Me besa en la cara y apoya su barbilla en mi hombro. Le miro de reojo, pero él no se da cuenta. No se da cuenta de que le estoy viendo llorar, como sus lágrimas se quieren desbordar por sus mejillas hasta acabar muriéndose en sus labios y su barbilla. No se de cuenta de que me está mordiendo el corazón, como decía aquella canción de Despistaos.

Cuando lloras, se para el mundo, y nunca sé que decir. Cuando lloras, yo me hundo y no me sale fingir. Cuando lloras, las horas le dan la vuelta al reloj. Cuando lloras, a solas, me muerdes el corazón ...

Le acaricio la mejilla y le seco las lágrimas con delicadeza. No le pregunto que le pasa, solo le abrazo como si ya lo supiera, como si no fuera nada nuevo para mi, intentando mostrarme tranquila, dándole seguridad. Juntamos nuestras narices casi al borde de besarnos, y oigo su aliento agitado por el llanto.

-Eh, tranquilo. ¿Qué te ocurre?

-Mi padre, mi madre, yo, yo ...-intenta explicarme algo.

-Tranquilo, tranquilo. Ven aquí.- le vuelvo a abrazar.

Me da un beso en la cara, como cuando un crío necesita de alguien que le comprenda cuando está desolado. Le noto frágil, y yo soy frágil si él lo es.

-A veces piensas que dos personas muy cercanas a ti se quieren como se han querido siempre, y un día te despiertas y notas como todo ha cambiado, como la frialdad invade cada parte de tu vida, como ya nunca se volverá a pronunciar un solo te quiero verdadero.- Alex habla desahogándose. Me hago la idea de lo que me quiere decir. Traga saliva y se seca las lágrimas.-entonces lo único que piensas es en esa persona, en tu hermana, que tu deber es protegerla para que no se entere, para que no sufra ni llore, pero sabes que no puedes tenerla las veinticuatro horas del día contigo, y piensas que fallas en tu puesto de héroe, porque realmente no lo eres.

Me siento en el muro con tal de ser un poco más alta que él. Le vuelvo a abrazar y él apoya su cabeza en mi pecho.

-Eres un héroe -le digo conmovida por sus palabras, y sé que no lo hago solo para consolarlo, sino porque le soy sincera. En este momento, ante mis ojos, veo todo un héroe en él. Estoy conociendo muchísimo de su ser, porque él me deja que le conozca. Porque se ha sincerado, y porque no muchos chicos dejan que una persona les vea llorar.-Eres un héroe porque no te vas a dejar vencer, pero a la vez eres una persona con lágrimas en los ojos que a veces necesita derramar. Eres un héroe porque tu corazón es fuerte y rígido, aunque tenga arañazos. Lo eres por querer salvar a tus seres queridos, y sobretodo, eres un gran héroe, solo por intentar serlo. Mira, yo no sé lo que pasa en tu familia, pero quiero que sepas que tú sólo podrás afrontar el problema y lograr que lo afronten los demás. Tú puedes.

Me mira con los ojos brillantes. A lo lejos veo como se va yendo poco a poco el sol.

-Lali, te necesitaba.-dice en muestra de agradecimiento.

-No cariño, no me necesites nunca...

****

Volvemos en la moto después de pasear un rato por allí, contarme lo que pasa con su familia, y también animándolo, gastando bromas. No se como, pero por suerte hemos acabado la tarde riéndonos a carcajadas.

Vamos en silencio. Voy abrazada a él todo el camino, con la cabeza apoyada en su espalda, y a veces regalándole algún beso. Él está mejor, o al menos más animado, y entre nosotros hay cierto aire pícaro, como si el tema con el que hemos empezado se haya zanjado por completo, aunque realmente no sea así.

Llamo a Elena por el móvil. Ya viene, está en casa de Andrea.

¿Habrá hecho la compra? Aunque a decir verdad, la tienda aun está abierta.

La veo a lo lejos llegar.

-Ya era hora, chata.- replica levantando la voz.

Me despido de Alex sin hacer mucho caso a lo que dice mi prima.

Le doy un beso dulce en los labios, cerrando los ojos.

-Te quiero, mi héroe.- le susurro.

Me doy la vuelta y él se pone el casco, pero antes de llegar a Elena siento un golpe en el trasero.

-¡Ai!- digo llevándome las manos atrás girándome hacia él.

Veo como a través del casco me guiña un ojo, arranca y se va.

-Será capullo- comento en voz muy baja, riéndome.

Elena también ríe.

-Anda vamos, que cierran en media hora.

Entramos por la puerta riendo, pero nuestra cara se transforma al comprobar quien hay en dicha tienda.

La banda “chunga” del barrio me da miedo, pero veo que a Elena le aterrorizan.

Los Latineros nos miran riéndose. Nosotras avanzamos casi temblando.

Veo que Ana Cristina no está.

-¿Qué pasa, señoritas, de compras?-nos dice uno de ellos, mientras los demás ríen y nos acorralan poco a poco, hasta no dejarnos pasar.

-Mira Nolo, vaya una rubia eh...-dice uno de ellos refiriéndose a mi prima.

Y ese nombre … me resulta familiar. Le miro a la cara y sí, le recuerdo. Es el pizzero, el que sobresaltó al oír el nombre Ana Cristina.

Quien lo diría, y parecía buena gente.

-Dejadnos en paz-dice Elena.

-Vamos nena, ¿no quieres que vayamos a jugar un rato con esto?- dice uno llevándose la mano al paquete.

Elena se pone nerviosa y le escupe en medio de todo el barullo.

El tío la coge del brazo con fuerza y yo, sin pensarlo dos veces, le muerdo a él en la muñeca apartándolo.

-¡Que nos dejéis!- les grito llena de rabia y coraje.

-Vaya vaya … así que la morena quiere pelea. Con que esas tenemos...- intenta meterme miedo mientras se frota la muñeca.

Me levanta la mano pero algo le interrumpe.

-¡Fuera de aquí todo el mundo!- La voz de Marcos suena al fondo de la sala.- ¡¡Fuera!!

-Ya nos veremos, guapas.- dice mientras acaricia la tez de Elenita.

Salen de allí y miran amenazantes a Marcos. Él se acerca a nosotras y nos abraza. Me da un beso en la mejilla con cariño y uno en los labios a mi prima.

-Hagamos la compra y salgamos. Pasaba por aquí y os he visto en apuros. -Coge aliento de nuevo.- Tenéis que ir con cuidad chicas, no sabéis con quien os metéis, son muy peligrosos.

Solo puedo decir una cosa en nombre de Elena y yo. Gracias, Marcos. Y en mi nombre, digo que cada día se aprende algo distinto, y hoy he aprendido que hay muchos tipos de héroes, y cada uno tiene el suyo, solo hay que buscarlo.