Cuarto o quinto intento por escribir este capítulo.
Los otros no me daba tiempo de acabarlos o guardarlos, y el último que escribí, estaba a punto de acabarlo cuando ... ¡Pam! Se me fue la luz.
Y aquí estoy, con el último intento de hacer el capítulo quince, y si en este no lo consigo, me salto al dieciséis ¬¬ jaja!
Bueno, la foto es del viernes, de The Boda of The Siglo. Somos Miquel Mas y yo, por fin nos veis la cara a los dos (los que no sabían cómo éramos).
Quería dar un saludín a los encantos que conocí el viernes, que me reconocieron por el blog y que me dijeron que me imaginaban morena, me hizo mucha ilusión. ¡Ah, y felicidades a mi Marinita Salas!
Bueno, y aquí os dejo una vez más con Alex. ¿Lo echabais de menos? Espero que sí.
Os quiero gente.
¡Ahhhh! Y quería aclarar que este blog NO ESTÁ BASADO EN HECHOS REALES, todo es producto de mi alocada imaginación.
Estaba dormido cuando llegó mi padre a las cuatro y me desveló, a mi a todos los seres vivos e inertes que había en mi casa en ese momento.
Ahora son las seis y media, los rayos de sol que pretenden entrar por mi ventana me molestan, y admiro mi soledad, aunque dura poco.
Mi hermana entra sin llamar.
-¿Puedo dormir contigo?-pregunta triste y con carita de sueño.
-Claro. Ven aquí princesa.
Se mete en la cama, a mi lado, y me hace un gesto para que la abrace.
Dejo que pasen diez minutos, quizá veinte, pero no puedo dormir.
Me pongo alguna camiseta y bajo al primer piso. A medida que bajo los escalones voy percibiendo el triste sonido de un piano. De cola, blanco, una pieza única, y se encuentra en el salón.
Abro la puerta y veo a Miriam, mi madre.
Está de espaldas, por lo que solo puedo ver su largo y ondulado pelo rubio, que le resbala por los hombros, al igual que su camisón de seda.
La música suena triste, la melodía de una vieja nana de cuna como quien oye llover en un día de invierno gris.
Me acerco a ella, sé que está dolida por la pelea con mi padre.
Intento besarle la mejilla, pero ella se aparta escondiendo algo. Le pongo el pelo detrás de la oreja y mi corazón de un vuelco.
Su cara, su bella cara de mujer aun joven, no tiene las mejillas rosadas, sino llevas de arañazos. Sus ojos azules, ahora están tristes y morados.
Los labios que siempre se pinta ella misma de rojo, hoy están pintados de sangre por el mismo color.
Intento disimular mi horror, pero se me hace imposible no apartarme.
Le agarro por la barbilla y le miro las heridas. No me atrevo a darle un beso para que no le duela, aunque seguramente su dolor físico no le hace justicia al de su grande y duro corazón.
****
Le escuecen las lágrimas saladas, que caen por sus ojos perdidos, que miran por la ventana, hacia el mar revuelto de este día que amaneció gris.
Intento curarla y no hablar con ella, tengo la voz entrecortada. Ni siquiera sé como reaccionar, la impotencia me mata.
Me parece mentira que haya sido mi padre, no lo quiero creer.
-Lo siento...-se limita a decir ella entre sollozos.-Fue mi culpa, yo me lo merezco ...
-¿Qué? ¿Por qué dices eso?
-Anoche yo estaba muy nerviosa por la hora que era, y cuando llegó borracho, en vez de no decirle nada, me puse a replicarle. Le puse muy nervioso...
-Pero mamá...
Me intrrumpe.
-Tu padre tiene una amante, Alejandro, tiene a otra ...-dice ella antes de explotar en un llanto incurable.
La abrazo sin saber muy bien con qué calmarla, intentando buscar una magia oculta que le cure las heridas y le devuelva la sonrisa.
Le doy un beso en la frente empapada en sudor, con cuidado de no hacerle daño.
Se incorpora de nuevo.
-¿Desde cuándo sabes eso?- le pregunto.
-Hace un año -empieza a contarme intentando controlar su aliento acelerado- en una cena de su empresa, con todos sus empleados...
Él se fue un momento a su despacho, y ese momento se hizo casi una hora. Fui a buscarlo dónde él dijo, pero no estaba allí, así que empecé a buscarlo por todo el edificio de arriba a abajo, hasta que llegué al humilde cambiador de los empleados. -Escucho el relato de mi madre, aparentemente sacado de cualquier serie de televisión. Desgraciadamente, era la realidad, y le estaba pasando a ella.- Oí ruidos dentro y, como la puerta estaba entreabierta pues decidí asomarme, pero antes de que mi vista llegara a donde afortunadamente no llegó, oí su voz y la de una mujer, que susurraba su nombre con ímpetu... Solo vi su ropa por el suelo... -vuelve a llorar- cojí el pomo de la puerta y sin pensarlo la cerré, lo suficiente como para que lo oyeran. Heché a andar por el corredor intentando mantener la calma cuando sentí que la puerta se volvía a abrir a mis espaldas. Me giré y vi a tu padre medio desnudo, mirándome con los ojos nerviosos, de perdón. No nos dijimos nada. Me di la vuelta y seguí caminando. No me despedí de nadie y le dije al chófer que me llevara a casa. Esta noche he sido la primera vez que lo hemos hablado.
Me quedo atónito, boquiabierto. Es ridículo que mi madre se eche la culpa cuando solo es la víctima.
-¡Debiste de hacer algo en aquel momento!
-¿Y qué querías que hiciera contigo y con tu hermana? Sois lo primero.
-Mamá, puede que Arantxa sea aun pequeña para entenderlo, pero hubiéramos salido adelante sin él.-le digo tranquilizándola.-Y a todo esto ... ¿dónde ha ido?
-No lo sé, y eso me preocupa. Llamemos a la policía.-dice nerviosa.
-¿Y que vuelva a hacerte más daño? No señor.
-Alejandro, es tu padre. Te dio la vida.
-Puede que sí, pero un cobarde por pegarle a una mujer, y más si la mujer le ama.
Mi madre me mira con ternura. Sus ojos siguen llorosos. La abrazo con fuerza, esto que me ha contado me pilla de imprevisto.
Por ahora, puede que el maquillaje pueda taparle las heridas de la cara, pero no las del corazón.
-Vamos arriba, hay que dormir algo ...-le digo.
Subimos las escaleras tranquilos, pero antes de que a ella le de tiempo de abrir la puerta de su dormitorio, se oye un portazo en el primer piso.
-¡¡MIRIAM!! ¡¡MIRIAAAM!!
Mi padre ha vuelto y viene a por ella, de nuevo.
Ella baja corriendo a su llamada. Yo me quedo asomado en la barandilla, sin saber que hacer, muerto de la rabia.
Mi madre, asustada, se acerca a él.
-Miriam, quería pedirte perdón. Sabes que yo te quiero.
Mi madre no dice nada, no puede contestarle a tan hipócrita frase.
-Vamos preciosa, tú lo sabes. Ven, dame un abrazo.
Mi madre le abraza, débil. Él la aparta de nuevo y le coje del pelo, estirándole y tapándole la boca. Quiero bajar, pero cuando me dispongo a hacerlo oigo a Arantxa detrás mia. La cojo para que no lo vea y nos sentamos en el suelo, en el borde de la puerta de mi cuarto.
-Escúchame Ari, el coco está ahí abajo, y si lo oyes vendrá y te llevará con él...-le susurro para asustarla y que me deje taparle los oídos.
Yo sigo oyendo lo que pasa abajo.
-Pero escúchame, zorra. Si vuelves a reprocharme que te puse los cuernos te mato, ¿me oyes? te mato.
Me imagino la situación y mis ganas de bajar aumentan, pero no puedo. Cierro los ojos con fuerza y huelo el pelo de mi hermana, que sigue con el miedo de que el coco venga a por ella.
Mi padre sigue hablando, y me asomo dándome la vuelta. Esta vez la suelta, le seca las lágrimas y le aparta el pelo de la cara con delicadeza.
-Ei, no llores, sabes que te quiero. Voy a darme una ducha. Te prometo que no volverá a pasar.-le dice, y se va al aseo de abajo.
Cuando por fin se ha ido le destapo los oídos a mi hermana. La llevo dentro de la habitación y le siento en la cama.
No puedo parar de pensar en mi madre.
-Alex, ¿por qué si tú oyes al coco no viene a por ti?- me pregunta Arantxa, dudosa.
-Porque el coco solo va a por los qe tienen menos fuerza, los renacuajos como tú, así se los puede comer facilmente.
-¿Les tiene miedo a los mayores porque le pueden pegar?
-No, pero haciéndole cosas malas a los más pequeños él se siente más fuerte. A eso se le llama cobarde, ya lo entenderás...
Se sienta entre mis piernas de espaldas a mi y me coje el pantalón con su manita, casi de bebé.
-Alex ...-parece preocupada.
-Dime, Ari.
-Prométeme que siempre estarás para defenderme cuando el coco venga a por mi.- me dice inocentemente.
Le beso la cabeza intentando aguantarme las lágrimas. Lo que no soportaría es que ella sufriera un solo segundo. Pero llegará un momento en su vida que no querrá depender de mi, ni de mamá, ni del coco, al que le tiene miedo sin saber quien es realmente. Lo que me pide es algo que no podré realizar, pero lo intentaré siempre que pueda.
-Vale Ari, te lo prometo.