Lo admito, me he pasado toda la noche con los ojos como platos, contemplando esa horquilla en forma de mariposa de piedrecitas de colores.
Son las diez y media de la mañana. Llevo aproximadamente doce horas con el corazón latiendo un número incalculable de veces por hora.
¿Qué me pasa? ¿Estaré enfermo?... Dios, ¿y si me estoy muriendo?
"Sí Alex, muriendo de paranoia..."
Siento que tengo dos vocecitas que me guían, como en los dibujos animados, en el hombro izquierdo el ángel, en el otro el demonio, y siempre discuten... Como dos Alex.
Joder, ¿qué tendrá esa chica?
Ya me sé de memoria la horquilla que anoche recogía su pelo, y para decir verdad, también a este me lo sé de memoria. Liso, negro, a conjunto con su mirada oscura y penetrante, dulce.
La luz del sol se filtra por las rendijas de mi ventana, causando una penumbra suave en la habitación silenciosa, pero, no sé si afortunada o desgraciadamente, ese silencio se rompe cuando llaman a la puerta.
-Pasa, quien seas.
Se abre la puerta, pero por encima de las arrugas de las sábanas no veo a nadie. Oigo pequeños pasos, y en cuestión de segundos, Ari está con los codos apoyados en mi cama y la barbilla entre las manos, mirándome fijamente. Aun lleva el pijama.
-Hola enana.- le digo.
Sin decirme nada, se apoya en la cama y se acerca a mi mejilla para darme un beso tan pequeño que apenas lo noto.
-Alex, no me entienden.- me dice con la cara muy seria y volviendo a la posición de antes.
-¿Cómo es eso? ¿Quién no te entiende? - le digo sorprendido, intentando aguantarme la risa.
-Mamá no me entiende. Me dice que me levante temprano, y luego ni siquiera me lleva a la playa, y yo pues prefiero dormir antes que estar aburrida.- me explica mientras se sienta en el borde de la cama.
No sé que decirle, solo me entran ganas de reír. Mi hermana suele recurrir a mi cuando tiene algún "problema", y yo nunca sé que decirle, y no sé como lo hago, pero siempre viene triste y se va contenta, es inexplicable.
-Bueno, ¿sabes qué hago yo cuando tengo uno de estos problemas de aburrimiento?- le digo intentando parecer serio.
A Arantxa se le iluminan los ojos.
-No, ¿qué haces?- me pregunta brincando suavemente en el colchón.
-¡Cosquillas!
La cojo por los brazos reteniéndola y empiezo a hacerle cosquillas por el cuello y axilas. Ella ríe sin parar, y no se puede defender ya que mi camiseta se ausenta, así que solo tiene una sábana, que más bien la enrolla en sí misma y le hace un lío.
Paro de hacerle cosquillas.
-¿Estás mejor o quieres más?- le pregunto riéndome.
-¡No, por favor!- dice intentando desenrollarse de las sábanas.
Se pone de rodillas en la cama y coge una de las almohadas, poniéndose en guardia.
-¿Y ahora qué?- me dice, casi abrazando la almohada que parece más grande que ella.
-¿Ah sí? Con que esas tenemos eh...
La niña grita y empieza a correr, dejando la almohada en el suelo.
Corre por todo el pasillo riendo, haciendo ruido en el parquet.
-¡Alex, Arantxa, no corráis!- se oye la voz de mi madre desde abajo.-Ari, ¿no querías ir a la playa? Venga, prepárate.
-¡Bien!- exclama mi hermana.
Baja las escaleras corriendo, ya se ha olvidado de nuestra guerra de cosquillas.
La verdad, algo muy bueno en mi madre, es que es una persona que siempre está por su hija pequeña, vive por ella; la lleva, la trae, le compra cosas... la adora, igual que a mi cuando era pequeño. Ahora todo ha cambiado mucho.
-Alejandro, por cierto. Ha llamado Marcos y me ha dicho que le llames.- me dice colocándose un enorme sombrero de paja.
-¡Vale! Adiós.
-Hasta luego- me dice despidiéndose con una sonrisilla.
Voy a mi cuarto y veo en mi móvil dos llamadas perdidas de Marcos.
Busco el número y empieza a sonar. “Piiiiip-piiiiip”
-¡Hombre, si la bella durmiente se ha despertado!
-Hola Marcos.
Se ríe.
-A ver, primero. No voy a consentir otra vez que te vuelvas a ir tan pronto como ayer.
-Fue un día movido.- le digo mientras me tumbo en la cama.
-Sin excusas.- me habla con voz de sargento –segundo. Hoy fiesta en la playa, de noche, alcohol, agua, calor, chicas…
-Pff…
-Venga tío, no me hagas esto. Si no vienes, empezaré a pensar que eres de la otra acera.- bromea.
-Oh, Marcos, me has pillado… Lo siento, te lo tendría que haber dicho antes pero era demasiado duro para mí y…- le digo sarcásticamente antes de que me interrumpa.
-Ja, ja, ja, qué graciosillo. Bueno, y lo tercero. ¿Qué diablos te pasó ayer cuando viste a la chica que iba con Elena? Parecía que habías visto a un fantasma.
-¿Qué chica?- le digo intentando disimular mis nervios.
-Sí, la morena que iba con la rubia.
-Gracias por comerte tanto el coco para darme explicaciones.- aunque en verdad sé de qué me habla.
-¡Bah! Da igual, déjalo.
-Sí, mejor.
No hubiera sabido contestarle a esa pregunta, ni yo mismo sé lo que me pasó.
-Bueno, entonces ¿te vienes esta noche?
-No.
-Vale, a las diez paso a recogerte.
****
Casi es de noche y la playa está llena de gente, mayormente, joven.
Velas por el suelo y algún que otro flash de una cámara de fotos son las únicas luces que tenemos.
Caminamos por la arena con los zapatos en la mano intentando no pisar las mochilas, posiblemente, llenas de botellas de alcohol.
-Aquí- me dice Marcos mientras extiende su toalla.
Yo le imito. Nos sentamos uno al lado del otro y me da una Coca-Cola si preguntarme si quiero o no, pero yo la acepto.
-Ahora pondré las velas.
-¿También has traído velas?
Me mira con una sonrisa pícara.
-Pues claro.
-Quién lo diría. Marcos el machote poniendo velitas en la playa.- le digo riéndome.
-Claro, ahora nos falta la guitarra y la cachimba, como aquellos.
Señala disimuladamente a un grupo de alemanes hippies que están sentados algo más para allá.
De repente, una chica viene por detrás de Marcos y le tapa los ojos.
-¿Quién soy?- dice con una voz forzada.
Antes de que pudiera fijarme en ella, mi tiempo se para al comprobar que Lali está detrás, riéndose. Ahora le doy las gracias a Marcos por obligarme a venir.
-Ei, hola.- le digo, como si las palabras me salieran solas.
Me mira y me sonríe tímida.
-¿Qué haces por aquí?- pregunta.
-Pues con Marcos. ¿Y tú?
-Pues con Elena- me contesta mientras se ríe.
Su prima se ha sentado al lado de mi amigo. Deseo con todas mis fuerzas que Lali haga lo mismo, y en efecto, coge asiento, pero a mi lado.
-¿Una Coca-Cola?- les ofrece Marcos.
Las chicas cogen las latas con una sonrisa de agradecimiento.
Han pasado dos horas entre pizza, Coca-Cola, alguna que otra gotita de vodka en el vaso y comentarios sospechosos entre Marcos y Elena.
Estoy a solas con Lali porque aquellos dos han ido a bañarse “bajo la luz de la luna”, como han dicho.
-¿De dónde vienes?- le pregunto.
-De Marte.
Me río.
-¡Oh! ¿Enserio? ¿Y qué tal las cosas por allí? ¿También afecta la crisis?
-Ya te digo. Tengo en el bolso un detector de humanos que tienen malas intenciones.- mi mira con ojos malvados, se ríe, y hace una pausa.- Soy de Madrid. Bueno, en realidad soy mallorquina, pero desde pequeña vivo allí- me dice mientras toma los últimos sorbos de su quinta Coca-Cola, y la segunda con vodka. Suspira- Madre mía, me parece que esta noche voy a dormir poco.- comenta riéndose.
-La verdad es que yo también.- le sonrío.
-Oye, ¿quieres que vayamos a dar una vuelta? Me agobio con tanta gente. He visto por ahí unas rocas muy chulas ¿me acompañas?- pregunta sonriente, pero parece que algo tímida.
El corazón me va a estallar. “Joder Alex, ¿qué coño te pasa?” me pregunto a mí mismo, enfadado.
-Me encantaría.
Cogemos nuestras cosas y, muy cerca el uno del otro, empezamos a caminar.
Deberia estar prohibido dejarnos con tanta intriga
ResponderEliminarHolaa =)
ResponderEliminarbuaa cada escrito tuyo es impresionanteee =)!
estoy de acuerdo con miquel ..jajaja
pasate por el mioo..te sigo ;)!