El día está tan nublado que parece que el cielo se va a caer. Paseo por la calle callado, con Lali de mi mano. Ninguno de los dos tiene muchas ganas de hablar, y tampoco lo disimulamos. La seriedad de la situación me mata, pero tampoco pienso que tenga que arreglarse nada. Prefiero pensar que todo está bien. De vez en cuando le abrazo y le recuerdo que le quiero.
Han bajado las temperaturas de golpe, y los dos llevamos una fina chaqueta. Cada vez se acerca más el otoño. Siempre me ha encantado la época de después del verano, pero esta vez, cuando se vaya el verano, también se irá ella, y todo estará mal. De repente la miro sin ningún motivo. Ella me corresponde la mirada y me sonríe. Es tan guapa…
Pasamos por al lado de un parque desértico, los columpios se mueves débilmente con el aire. Hacen un paisaje fantasmagórico.
De repente oímos el barullo de gente acercarse. Nos giramos y vemos como, detrás de nosotros vienen los Latineros. Intento no alarmarme. Miro a Lali de reojo de nuevo, ella está muy seria, y les mira como si tuviera que comérselos. Me hace gracia.
-Uuuh, mirad quién está aquí. Seguro que se quieren venir a Borne con nosotros…
De repente y después de oír eso, noto como la mano de Lali me coge más fuerte. La miro, tiene cara de asustada.
-No flipes. Más os gustaría. –contesto desafiante.
-Anda vámonos, dejemos a estos payasos…-dicen.
Se alejan pasando de nosotros, y cuando están lo suficientemente lejos abrazo a Lali.
-¿Qué pasa?- le pregunto.
-Elena me dijo que esta tarde iría allí.-contesta con un hilo de voz.
La abrazo de nuevo y le doy un beso en la frente.
-No te preocupes, allí hay mucha gente y no creo que vayan a meterse justo con ella.
En el momento algo nos sobresalta. Un trueno inunda nuestros oídos y empieza a chispear.
-¡No…! Corre, ven conmigo.
Los dos echamos a correr mientras la lluvia cada vez se hace más fuerte. Noto como mi ropa se empapa poco a poco. Y mientras llegamos a mi casa mi humor se ablanda.
Nos metemos en el portal riéndonos y saco la llave para entrar. Doy gracias a esta lluvia por haber caldeado el ambiente. La casa está oscura y no hay nadie. Cierro la puerta mientras ella avanza lentamente por el recibidor, y noto como su mirada recorre toda la sala con asombro.
-Alex, qué maravilla…
-Sí, la verdad es que no me quejo.
Se gira y me sonríe divertida. Noto como, tanto ella como yo, estamos muy empapados. Hasta el pelo nos chorrea.
-Ven, sube a mi cuarto.
Ascendemos las escaleras mientras oímos las gotas romperse en los ventanales.
Enciendo la luz de mi habitación y le dejo pasar.
-Espera aquí, ahora te traigo una toalla.
Me voy al baño, y cuando vuelvo le veo mirando mi cuaderno de dibujo. Ni siquiera se ha dado cuenta de que he llegado. Me apoyo en la puerta y dejo escapar una sonrisa pícara. Carraspeo la garganta y ella se sobresalta.
-Ten, aquí tienes tu toalla.
-Gracias amor.
Me llama la atención lo que me ha dicho y mi sonrisa aumenta. Ella me la devuelve.
-Oye Alex…
-Dime.
-Todos tus dibujos son… son muy buenos, me encantan, pero… pero es que todos…
-Todos son de ti.
-Sí.
Me siento a su lado en la cama mientras cojo mi libreta y la abro por la página donde empiezan sus retratos.
-Mira, este lo hice el día que te vi por primera vez. Está exacto, la ropa que llevabas, la expresión enfadada de tu rostro, todo. Aunque no supe acertar con la barbilla… Pero mira este.-paso las hojas un poco más para adelante.- este he de reconocer que me encanta.
El dibujo está hecho a carboncillo, se le ve a ella de espaldas, mirándome, con el mar de fondo. Dejé volar mi imaginación y me salió esa maravilla.
-Es precioso Alex.- me dice casi emocionada.
-No te hace justicia.
Me mira y me empieza a besar mientras mi corazón, por una vez en mucho tiempo, se siente realmente bien. La dulzura de sus labios y los pequeños roces de su pelo me hacen levitar. En ocasiones abro un poco los ojos y encuentro los suyos cerrados, sellados por unas larguísimas pestañas naturales. Sigo besándole mientras mis manos le apartan la toalla de los hombros, y bajan hasta su estrecha cintura. Ahí paran, por miedo. Entonces ella corresponde y sus manos, valientes, bajan más abajo. Sus labios se desvían por mi cara y mi cuello, y vuelven hacia la boca. Empiezo a entrar en calor, después del chaparrón. El momento es perfecto y no necesito nada más. Mis manos se arman de valor y suben de nuevo por su espalda, hasta llevar a la cremallera de su vestido húmedo, y va bajando poco a poco mientras nos tumbamos en la cama. Poco a poco, lentamente, todo es perfecto, y la amo, la amo tanto… Y pienso por un momento que no se irá. Su tirante se resbala, la parte trasera de mi camiseta se levanta y me deshago de ella yo solo, y de repente, cuando la pasión y las ganas se apoderan de nosotros… suena el móvil.
Seguimos besándonos intentando pasar de ese odioso sonido, pero ella se aparta.
-Alex, es mejor que lo cojas, puede ser importante.
Suspiro fastidiado y me relamo los labios. Cojo el aparato y veo en la pantalla “Marcos”. ¡Qué oportuno! Parece que lo ha hecho aposta…
-¡¿Qué quieres ahora?!- el mal humor se apodera de mi mientras miro a Lali incorporarse en el colchón.
-Alex, ha pasado algo…
La voz de mi amigo suena apagada, irreconocible. Me asusto.
-Marcos, ¿qué pasa?
Me fijo en Lali, ella me mira preocupada.
-Es Elena, está en el hospital…
¡Publica mas! Tengo ganas de saber que le han hecho los Latineros a Elena, pobrecita...
ResponderEliminarBesos.
¡Hola otra vez! jajaja. Premio en mi blog: http://ahoraqueteconocinuncamesepararedeti.blogspot.com
ResponderEliminarBesos.