Small grasshoppers.

martes, 21 de diciembre de 2010

3. Alex

¡Hola gente! Lo siento por la tardanza, pero han sido unos días un poco estresantes, os ruego que me perdonéis. Espero que no me hayáis echado mucho de menos. Bueno, aquí por fin os dejo el tercer capítulo, espero que os guste y lo disfrutéis. Besitos :D

Fotógrafo: Miquel Mas Fiol


¿He oído bien? ¡¿Lali?! Vamos, no puede ser ella. Sería demasiada casualidad. Es que la chica con la que hablé era muy maja, aunque tampoco la conozco mucho. Además, seguro que ella no es la única chica que se llama así en este mundo. Será mejor olvidarme, sí, no hay que obsesionarse.

Me pego un sopapo a mi mismo para intentar espabilarme.

Estamos pasando por al lado de la playa, por donde voy casi cada verano para ir a casa de mi padre, aunque desde que nació mi hermana no hemos vuelto.

Él vive fuera de casa por motivos de trabajo y solo viene en algunas fiestas y cuando puede. Es el dueño de una gran empresa publicitaria. Mi madre dice que algún día tendré que seguir sus pasos, pero yo aspiro a otras cosas.

Siento como se para el coche y miro por la ventana, reconozco el paisaje. La misma calle, la misma playa, y la misma casa. Bajamos todos del coche.

Mi madre, mi hermana y Bárbara entran mientras yo y Carlos, el chofer que aun está de malhumor, cogemos las maletas.

Me paro frente a la playa y miro el mar, color azul eléctrico. Lo oigo, lo huelo, lo siento. Vuelvo a mi infancia, donde jugaba en esa misma orilla a hacer castillos; todo era más fácil. Desgraciadamente, ya no soy así.

-Alex, vamos, entra.- me llama Bárbara.

Salgo de mi corto paréntesis de recuerdos apartados y entro en la casa.

Todo sigue igual que antes, todo tan reluciente. Me recibe una gran sala de paredes blancas y techos altos. La escalera es la dueña de mi atención. Recuerdo que cuando era pequeño me caí por esas escaleras, me sangraba la nariz y mi madre se puso como loca, y en cambio mi padre, muy tranquilo me dijo: "Alejandro, aun no tienes edad para hacer puenting" y se fue riéndose. Típico chiste malo de mi padre, él siempre ha sido así.

A partir de ese día comprendí que querer ser Superman dolía y lo dejé en la lista de cosas pendientes.

Me alegro de poder recordar esos buenos tiempos, en que mi única preocupación era que por la noche no quería irme a dormir para seguir jugando.

Sigo mirando a mí alrededor. Cuadros modernos decoran las pareces y hay pocos muebles. Hay dos puertas correderas en cada lado de la habitación. Una de ellas se abre y sale Bárbara.

-¿Está mi padre?- le pregunto

-No, aun no ha podido llegar, pero nos han dicho que no tardará demasiado.

-Vale. Si me necesitáis estaré en mi cuarto.

Cojo mi mochila pequeña y mi maleta y subo las escaleras. Recorro el largo pasillo y abro la última puerta a la izquierda; solo veo oscuridad.

Dejo las cosas encima de la cama y abro la ventana para que se airee la habitación.

Las mismas pareces celestes, el mismo armario que me daba miedo cuando era pequeño, el mismo escritorio. También seguían ahí las mismas cortinas feas de flores y la estantería con mi vieja colección de scalextric.

Miro en el techo y diviso una mancha de humedad, debida a que Marcos y yo creamos una piscina en la terraza. Como no nos dejaban ir a la playa, cogimos la manguera y llenamos toda la terraza de agua. Tanto, que el agua traspasó el suelo y llegó hasta el techo de mi habitación. Luego había goteras e hicieron una gran obra en la casa para que no hubiera humedad, y mi madre se empeñó en tapar la mancha con pintura, pero ahí sigue.

Sonrío. Éramos unos enanos.

¿Qué habrá sido de él? Miro por la ventana hacia su casa. Parece que ya no vive nadie, ni un alma. Era mi mejor amigo, y ya ni siquiera tenemos contacto. No me acuerdo de la última vez que le vi.

Cojo la maleta y la pongo debajo de la cama, me da pereza colocar la ropa en el armario.

Me siento en la cama, estoy muy cansado. Agarro mi mochila y saco mi cuaderno. Voy a las últimas páginas que usé. Dibujos de mujeres y hombres vestidos de todo tipo. No doy en la página que quiero y abro por una en la cual hay una mujer con un vestido negro, casi igual que el que llevaba mi madre esta mañana. Cuando lo dibujé me basé mucho en el que se compró ella, pero lo hice algo más exagerado.

La moda es mi pasión, y sobretodo dibujar, diseñar. Cuando estoy muy nervioso y quiero pensar cojo un lápiz y ya está. Me suelo fijar mucho en la ropa que llevan las personas, sea quien sea. La gente dice que soy raro, y que en un chico de mi edad eso no es muy común.

Voy pasando página tras página. Desde vestidos con el estilo de Lady Gaga hasta prendas que parecen pijamas. También hay vestidos de noche y pantalones baqueros por casi todas las hojas. Hombres y mujeres coloreados con lápices de madera. Y ahí está, la ultima página donde voy a hacer otro dibujo más.

Cojo el lápiz y sin pensar empiezo a dibujar. Es una mujer, o más bien una chica.

Una negra y lisa cabellera, unas piernas finas, una piel pálida.

La minifalda vaquera y una camiseta ajustada dibujan un cuerpo casi perfecto. Calza sandalias de cuero y lentejuelas. Es perfecta. Vuelvo a la realidad al oír que suena la puerta.

-¡Adelante!

Se abre rápidamente y mi corazón da una vuelta de 360 grados.

Un chico, unos años mayor que yo, alto y robusto me sonríe. Un tatuaje adorna su piel y lleva dos pendientes de coco. También tiene un piercing en la nariz.

Sus greñas rubias y rizadas hacen que lo reconozca.

-¡Marcos!

Me levanto de la cama corriendo y lo abrazo con fuerza.

No me lo creo, estoy nervioso.

-Joder Alex, cuanto tiempo.- murmura.

Dejamos de abrazarnos.

-Dios, Marcos, ¡¿qué haces aquí?!-le pregunto sin saber que decir.

- No sé si te acuerdas, pero vivo delante tuya.-contesta riéndose.- el otro día me encontré a tu padre y me dijo que veníais. Hacía mucho que no te encontraba por aquí.

-Ah ya, se me había pasado.- miento.

Se ríe. Dios, como ha cambiado. Es impresionante. Pasó a ser del niño flacucho y con dientes de conejo, que yo a su lado parecía más mayor, y ahora… comparándolo conmigo es algo similar a Rocky Balboa.

-Oye, yo ahora me tengo que ir, pero esta noche sobre las ocho te paso a buscar, que hay fiesta aquí al lado.- me dice como si nos hubiéramos visto ayer.

-¿Qué fiesta?

-Verbena, como cada año.

-Vale, supongo que sí iré ya que no tengo mucho que hacer. Aunque estoy algo cansado…-le digo remugón.

-Venga tío, no me seas así.- insiste.

-Pff… ¿con quién vamos?

-Mi primo Jaime y algunos más, y creo que allí habrá algunas chicas.- Me contesta levantando una ceja.

Sonrío pícaramente.

-Bueno, está bien. ¡Pero que estén buenas!

Se ríe a carcajadas.

-¡No sabes nada!- me da una palmadita en la espalda- bueno, luego nos vemos ¿vale? Espero que estés listo ¡Hasta luego!

-Adiós.

Se va de la habitación.

Estoy casi emocionado. Ha pasado tanto tiempo y sigue siendo aquel chaval que me manejaba para hacer travesuras, aunque ya no es un chaval. Me gusta pensar que después de tantísimos años me sigue tratando como siempre, que no ha cambiado nada, ni siquiera sin mantener contacto.

Voy a recoger todo lo que hay encima de la cama cuando veo el boceto rápido que acababa de hacer. Joder, se parece a ella, a la chica de esta mañana. Dios, estoy obsesionado.

Arranco la hoja, la arrugo y la tiro por la habitación.

Salgo de allí con velocidad, intentando pensar en otra cosa.

Quiero que sean ya las ocho, y solo son las doce y media.

Se me hará eterno, lo sé.



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